lunes, 7 de marzo de 2016

Asuka y la lluvia

Cuando lloramos, las lágrimas son robadas por el viento y se esconden en las nubes. Cuando el cielo no puede soportar más la tristeza, se rompe, y todas las lágrimas acumuladas caen para recordarnos aquello que preferíamos olvidar. Es lo que llamamos lluvia.

Asuka cambia con la lluvia, su corazón se ablanda y se sienta a mi lado mientras la música de los lesbianos suena a todo volumen en el altavoz. Las gotas que caen se mezclan con las notas musicales. Asuka me mira y se acurruca a mi lado. El sonido de la lluvia le hace imaginarte. Ella también había llorado.



Y me pregunto ¿cuántas lluvias más tendrán que pasar para sanar un corazón desfigurado? Sigo esperando un diluvio que haga que logres perdonarme. Porque a pesar de todo sigo recorriendo todos los lugares donde solías caminar, incluso aquellos a los que jamás te acercarías, con la vana ilusión de que nuestras miradas se golpeen casualmente. Pero sé que no sucederá.

Ya no creo en el cambio de las estaciones, todas se desvanecen en un ciclo eterno mientras tú sigues tan lejos, tan silenciosa, tan escondida. Y si ese ciclo volviera a empezar y nuestros recuerdos partieran de la nada, te diría aquel “te amo” que jamás pronuncié. Cambiaría los sollozos por maullidos y ronroneos.


Los recuerdos de un  verano son reemplazados por otro. Temo cada vez más que no habrá verano donde pueda encontrarte nuevamente. Pero, si el universo conspira, y los planetas se alinean, los cielos se despejan y los dioses dejan de danzar, no tendría ningún reparo en acercarme a ti directamente, mirarte a los ojos y sentarme a tu lado, para siempre. Mientras a lo lejos, unos ojos felinos y otros ojos más pequeños iguales a los tuyos nos observan a la vez que la lluvia vuelve a empezar.