Escribo tras una gran elipsis. Mi último post fue de junio de 2015. Ciertamente, muchas cosas han cambiado desde entonces. Intentaré obviar, entre ellas, que el señor Melquiades se adueñó del blog, permitiéndose, por ejemplo, cambiar el subtítulo a:
Así que cumplido mi vaticinio de que esto se iba a convertir en una cápsula de tiempo, me permito tirar de la nostalgia y decir que, un año después de mi última aparición por aquí, me casé y los señores del blog asistieron a mi boda. Ahora bien, por algún capricho del fotógrafo, no se nos tomó una foto juntos; razón por la cual publico por separado dos imágenes: una de Paty y yo y otra de los muchachos, cuando planeamos que Gabriel reciba (pasivamente) la liga.
2016, Además, fue un gran año. Mi canal de YouTube empezó a ir realmente bien; de modo que, para fines de ese año, empecé a dedicarme a tiempo completo a él. De hecho, aún lo hago y sí, aún reditúa más que un sueldo mínimo. 2018, Sin embargo, fue un año complicado. Mi madre, que había enfermado de cáncer, perdió la vida y a esto se sumó el deterioro de la salud mental de mi hermana Natalia. En consecuencia, debí iniciar un proceso de apoyo y salvaguardia para hacerme cargo de ella (el cual fue largo, costoso y penoso); luego, pactar su divorcio con su desaparecido esposo; y, pro fin, reorganizar el estado del patrimonio familiar para que éste cubra los gastos de salud de mi hermana, como lo habría querido mi madre.
Por su parte, 2019 fue un gran año. Mi canal de YouTube llegó a la cima. Me hice famoso. Viajaba. Viajaba mucho. Ese mismo año, por ejemplo, estuve en Ecuador, Colombia y Brasil. Aquel 2019, además, me compré mi primer auto y saqué mi licencia de conducir. Aquí una foto cuando trajimos el carro de Lima. Era un Renault Clio de 2003. ¡Gran auto…! Pero, un poco caro de mantener.
En 2020 llegó una pandemia global por una gripe aparentemente extraña. Digo “aparentemente” porque sé que la posteridad acabará por clasificarla mejor que yo. En todo caso, aunque la consigna presente es hacer como si no pasó nada, lo cierto es que en 2020 Todo se puso patas arriba: Cerraron bares y restaurantes; sacaron al ejército a las calles; nos obligaron a estar en casa casi todo el día; cuando nos permitían salir, solo podía ser con mascarilla; las clases en las escuelas se dictaban por internet; prohibieron los viajes al exterior; y, así, un sinnúmero de cosas y decisiones mal tomadas que no tuvieron el menor efecto evitando que se propague el virus. En ese sentido Perú (¡cómo no!), se llevó el premio, al peor manejo, a nivel mundial.
Para 2021 (tras una aguda crisis política en la que se cambiaron 6 presidentes en 6 años) Paty y yo teníamos claro que teníamos que largarnos del país. Intentamos hacerlo tan pronto se abrieron las fronteras. No obstante, ocurrió un terremoto a fines de julio que dañó considerablemente el edificio en el que mi madre tenía sus propiedades. Así que tuvimos que postergar el viaje y tomar una deuda para restaurar el daño. A la fecha, aún no terminamos de pagar ese préstamo.
Para 2022 por fin Paty y yo conseguimos salir del país y nos instalamos en Buenos Aires, Argentina; país que nos ha acogido bastante bien y que, en muy poco tiempo, he podido llamar “mi hogar”. Desde entonces estamos viviendo en un modesto departamento en Caballito, disfrutando y amando cada instante que llevamos acá; pero, por otro lado, extrañando a los amigos.
Un porteñísimo yo en el Tortoni, discutiendo con Borges, Gardel y Storni |
Acabo de tener una videollamada con Jonatan y Angel. Hablamos más de 3 horas de corrido. En un momento, Jonatan me remitió a una imagen que aparecía en este (casi olvidado) blog y que, por algún motivo, no tengo en mis archivos. La foto en cuestión es esta:
Son cuatro jarrones que Jonatan compró especialmente para nuestras reuniones. Los vasos tienen hielo y un trago que llamamos cariñosamente “comadreja sour”. Es la foto de una reunión perdida en el tiempo en la que aparecen detalles que me remiten a otra época, lejana ya: Piura, el departamento donde Jonatan ya no vive; el mantel con las fichas de una partida de poker que jugaríamos después de una noche de basket y de fondo un reflector casero que usábamos para grabar nuestro podcast; su “pocas” favorito: Co-ma-dre-jas.