miércoles, 9 de septiembre de 2015

El hombre que olvidaba

¿Qué era antes? Ya no lo recuerdo. Ni siquiera sé cómo lucía ayer, cuando el mundo era de color. No recuerdo mi nombre, mi infancia, mi edad, mi color. Ni siquiera sé si era hombre o mujer.

¿Antes podía dibujar? Nunca lo sabré. Ya ni siquiera sé a qué sabía cada color ¿Podía el verde ser tan dulce como el azul del cielo? Creo que también lo olvidé.

Pude estar en tantos lugares y planetas, cantando canciones de karaoke con mis amigos. Pero tampoco los recuerdo. Ni sus rostros, ni sus nombres. Sólo escucho un pequeño atisbo de tenues melodías que juguetean en mi cabeza y que se niegan a callarse.

No me reconozco en los espejos, ni siquiera cuando su reflejo se multiplica infinitamente cuando pongo uno frente a otro, ni siquiera entre infinitos rostros puedo distinguir el mío.

Ya no recuerdo los sonidos del sol, el canto de las estrellas, el color de la arena o el sabor de los árboles. He olvidado todo. Nada puedo hacer y no hay nadie que me ayude a recordar.

Esas tenues melodías siguen sonando, incrementando su intensidad, como gotas cayendo y haciendo eco  en mi cabeza… de repente una frase: “Chipi chipi bom bom", y viene otra: “no quiero soñar mil veces las mismas cosas”, y otra más: “Ground control to Major Tom, Ground control to Major Tom”.



Entonces poco a poco mi memoria empieza a delinearse, todo comienza a tomar forma, textura, color. El ruido se vuelve canción. Y de repente me reconozco a mí mismo, parado ante un espejo siendo consciente de mi existencia. Por un segundo puedo saber quién soy (quién era).

Pero cierro los ojos, y todo lo creado se esfuma otra vez. Y una vez más, olvido todo. Desesperado huyo por las calles que ya no reconozco, buscando una canción que me haga recordar. Y así, vuelta a empezar, una y otra, y otra vez más. Hasta el día en que apaguen la luz.



miércoles, 2 de septiembre de 2015

Las rimas perdidas de Hada y Lobo

Era tan difícil rozar su piel con las garras

que sólo en sueños de Luna Llena la podía ver

como el Hada Azul que era realmente

tan bella como el propio bosque que habitaba.




Pero el Reino Oscuro maldijo esa extraña unión

y el Lobo solitario fue condenado

a la eterna prisión de la melancolía

por haber amado al Hada más bella que existió.




Su aullido noche a noche exclamaba

llamando al Hada encarcelada en la Laguna

y sólo la Luna podía ser testigo

del beso del Lobo en el agua oscura.



El Hada prisionera bajo el agua

veía cómo se acercaba el Lobo a robar su aliento

que se mezclaba con la fría neblina

y así permanecía hasta el amanecer violento.



Sus miradas se entrelazaban

como queriendo detener al tiempo despiadado

sin un sólo lamento, guiño o pestañeo

que interrumpa esas eternas noches a su lado.





Y así seguirán cada noche de invierno

atados Hada y Lobo a un amor prohibido

En la frontera del Reino Oscuro siembran

ese sombrío beso que nunca será vencido.