viernes, 13 de febrero de 2015

¡No me quiten los casettes!

Fue con mi padre que descubrí el gusto por la música (la buena). Allá por 1990 él ponía sus discos LP en un equipo de madera super grande, y yo podía pasar horas sentado frente a aquel armatoste escuchando la música que a todo volumen resonaba por toda la casa. Desde Electric Light Orchestra hasta los Doltons.

Recuerdo un fin de semana que mi padre se dedicó exclusivamente a pasar la música de los Lps a casettes, yo no entendía  porqué lo hacía pero me deleitaba jugando a rebobinar los casettes con un lapicero y armando torres con las cajas sueltas de las cintas musicales. El día domingo llegó un desconocido a casa, habló con mi padre y se llevó el equipo musical, aquel enorme equipo que con mueble y todo ocupaba casi una pared entera. Desarmaron juntos aquel monstruoso aparato y de a pocos el señor extraño lo sacaba de casa y lo depositaba en una camioneta.

Cuando este desconocido se fue le pregunté a mi padre qué había pasado, el me miró un poco triste y me dijo: Los discos ocupan demasiado espacio y ése equipo es demasiado grande para la casa. Ya nadie escucha discos en Lp.

Al día siguiente mi padre llevó todos los discos Lp a Emaús para que los vendan y regresó a casa con un equipo musical nuevo,  de los modernos (para los 90s), con dos lectores de casettes y sin reproductor de discos LP. Un equipo marca Aiwa.

Éste es el Aiwa de los casettes

Desde entonces me dediqué a grabar música en casettes, yo heredé toda la colección musical de mi padre (de la cual hasta ahora conservo la mayoría de esas cintas).

Y así trascurrían los 90s, ahora todos compraban casettes. MI padre los compraba todos originales, para él era un pecado comprar música pirata, en esa época una cinta original podía costar 60 o 70 soles, uno pirata te valía 5 soles en el mercado, yo tenía muchos de esos, y otros cuantos donde grababa música de la radio, sobre todo del programa “Rockadencia, el barranco desenfrenado del rock” de una emisora ya extinta.

Recuerdo que en tercero de secundaria mi mejor amigo llegó al colegio con algo llamado Disco Compacto, era de los Bee Gees, nos quedamos alucinados con este nuevo formato, un disco tan delicado, pero con una muy buena calidad de audio. No lo pensamos dos veces y fuimos corriendo a reproducirlo al aula de computación y escuchamos ese disco por horas.

Disco de los Bee Gees que escuchamos hasta el hartazgo

Mi padre y mis amigos empezaron a comprar CDs originales, los casettes empezaban a quedar un poco desfasados. Para 1999 tenía casi toda mi música en cds, mientras la colección de casettes que me dio mi padre se empolvaba más y más en mi armario.
Para el año 2001 surgió algo nuevo, los discos Mp3, el mismo disco, pero con la opción de poder meterle mucha más música. Recuerdo que en la Universidad yo era el único que tenía un reproductor portátil de cds Mp3, y tanta era la novedad que casi ni lo usaba porque lo prestaba a uno y otro amigo o amiga que me lo pedía.

Así lucía por dentro el reproductor portátil MP3 (acabo de recordar que se le decía "discman")

Oh sí, los discos Mp3, no podía haber nada mejor, más de 150 canciones en un solo disco. Fue en esta época que hice mi lista musical, mi “top ten” (que obviamente era de más de 100 canciones), este top me acompañaba a todos lados: paseos, amanecidas, viajes, salidas, clases, caminatas, en fin, todo. Cada canción era especial, cada canción evocaba algún recuerdo malo o bueno, alguna sensación que de alguna manera se quedaba impregnada en las notas musicales y que revivía cada vez que escuchaba cierta canción.

Pasaron los años, los discos Mp3 pasaron de moda. Ahora todo se volvió digital, ya para el año 2015 es un pecado que uno no tenga en su teléfono móvil o en un reproductor Mp3 su música. Esta nueva tecnología ha permitido que la capacidad de almacenamiento de música que uno pueda tener sea prácticamente infinita. Pero aún así, hoy me di cuenta que mi lista musical, mi Top Ten (que ahora es de 350 canciones) no ha variado mucho desde el año 2001, al punto que la mayoría de canciones que contiene son incluso de la época de mi padre.

Ya no tengo equipo musical, ni reproductor de discos Lps, casettes, discos compactos y discos mp3. Ahora tengo un teléfono móvil y una computadora portátil, y me pongo tenso cuando no estoy escuchando música, mi música. Mi Top Ten que me llena el día de recuerdos buenos y malos y que me anima a continuar adelante.

*****


Hoy ayudé a mi padre a hacer limpieza en su casa, y me topé con aquella antigua colección de casettes y su antiguo equipo Aiwa. Fue inevitable, desempolvé el casette de “We All Together” y nos sentamos un rato a escuchar música a todo volumen, como en aquel lejano 1990.






3 comentarios:

Josué Aguirre dijo...

Creo que a diferencia de la mayoría de gente que conozco, yo no tuve la suerte (por así decirlo) de heredar los gustos musicales de mis padres. Mi madre no era muy fanática de la música y mi padre... bueno mi padre recién me reveló sus preferencias musicales cuando yo tenía 16 o 17 años. Así que se me hace difícil poner una banda sonora a mi infancia; más allá que las canciones que recuerdo sonaban en las radios :( --- Hey, yo también tenía ese discman.

Gabriel Ch. García dijo...

Me pasa como a Josué, no herede los gustos musicales de mis padres, ni a través de ellos, es más antes de los 15 años ni me gustaba la música. Tampoco tuve casettera portátil ni discman :'(.
Pero ya después las hormonas de la adolescencia hicieron que me acerque a la música, los primeros amores.

Unknown dijo...

Puedo no tener la misma edad que ustedes señores, pero me complace ser de las personas que escucharon música (buena música) desde esos enormes discos de vinilo (como yo los conocía), los inolvidables casettes y de los utiles CDs... Además me enorgullece decir que en casa aún conservamos el "toca discos", los equipos que usan casettes y el grandioso discman, que tantas veces me ayudó a sumergirme en un mundo diferente al de los demás.