Así un día sin más dejaron de escribirse. Ya no habían
mensajes de “Hola” a las mañanas, ya no había el interminable conversatorio
nocturno antes dormir. Ya no habían videollamadas al cenar, o al pintar las
paredes y arreglar la habitación.
Se acabaron los abrazos a escondidas, esos besos a oscuras, incluso
las ganas de contar las cosas personales, los secretos que compartieron
siempre, las confesiones que aunque dolían, eran para seguir creciendo juntos.
Así un día sin más pasaron a ser dos extraños que sólo
hablaban cuando era necesario y sólo por
las redes sociales. Ya no había "ven a verme" ni "vamos a comer
algo". Él no podía con esa alocada
juventud que era ella, ése descubrimiento de nuevos amigos, esas noches de
amanecida de estudios y fiestas universitarias. Y ella no podía con el ritmo de
vida tan difícil que él llevaba, esas largas horas de trabajo y los temas de
conversación tan aburridos para ella.
Un día sin más
dejaron de ser mejores amigos y pasaron a ser conocidos, extraños... ella
prefería salir a bailar, él quedarse en casa tomando café. Sus caminos se
hacían cada vez más lejanos. Y pensar que pudieron llegar a ser grandes... muy
grandes.
Pero les ganó la vida y las cosas que nuevas que descubrían
cada día.
A ella le quedará un empolvado delfín de peluche que
envejece en su armario. A él le quedarán unas fotos impresas en un sobre
guardado en su cajón, que van perdiendo color cada día con la humedad.
Y ese amor que hubo, incluso esa amistad, quedaran guardadas
tal vez en lo más profundo de sus corazones. Ella no lo sentirá, él la
recordará en silencio.
Ella quiso alejarse, él no supo darle tiempo. Y así, sin
más, un día pasarán a ser dos extraños que evitan las miradas, aunque en el
fondo de sus corazones añoren volver a reír otra vez, y un beso a
escondidas, un beso que no signifique nada, de esos que ambos preferían.
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