martes, 17 de febrero de 2015

Hijo de su padre.


Hola ¿qué tal todos? Bueno si están mal me da igual, está semana tengo finales y estoy en todo mi derecho de que el humor de los demás me llegue altamente. ¡Mentira! espero que estén teniendo una agradable semana. 
Como dije estoy en finales, pero más que repasar separatas o cosas así estoy leyendo algunos libros que compre recientemente, entre ellos "Las guerras del loto: Imperio" que es la continuación de "LGDL:Tormenta", de ambos tal vez más adelante haga reseñas. De todos modos no es de esto de lo que venía a hablarles en está ocasión. Vengo a hablarles de algo que recordé entre una página u otra. Lo mucho que acabamos pareciéndonos a nuestros padres, mucho más aquel que menos gracia le hemos tenido (No creo ser el único que ha tenido discrepancias duras o indeterminadas con alguno de sus padres).

Recuerdo que hubo una época en que como muchos o todos idealizaba a mi padre, al punto de que todos sus errores los ocultaba inconscientemente en una zona de mi cerebro a la que no solía visitar en ese entonces. Mi padre lo era todo para mí, me divertía, me engreía a su modo y demostraba ante sus amigos lo orgulloso que estaba de su hijo el cerebrito (Curioso que con el tiempo siguió haciendo eso, pero a mi me regañaba más que reconocer mis logros).Recuerdo incluso que el me regalo mi primer perro, al que apenas y pude bautizar porque horas después el lo mato. La historia es breve "blanco" un cachorrito de pelaje mullido estaba en su cajita durmiendo, con las tapas cerradas para cubrirlo contra las inclemencias del clima, cuando de pronto mi padre después de unas cuantas "chelas" volvió y se sentó en aquella caja. Con el tiempo además de encontrar cosas que me hacen parecerme a él, cosas que evidencian que hay algo en los genes o en la costumbre de vivir durante mucho tiempo con alguien, que deja una huella imborrable más allá de lo sentimental, un reflejo de nuestros padres en nuestras acciones.
Soy un cascarrabias como mi padre, impaciente como él, y a ratos tengo ataques de bromas demasiado pesadas o hirientes como él solía hacer. La frialdad por la que a veces le juzgue, incluso a ratos uso una palabra que él usaba con regularidad "cojudeces". No puedo evitar sentirme aturdido y nostálgico al ver como la naturaleza y la vida han hecho un recordatorio de él en mí, y sonreír es inevitable. Y ahora cuando ya no está, pues falleció hace casi 3 años (cómo pasa el tiempo), he vuelto a retomar a esa viaje habilidad de la infancia de ocultar inconscientemente los defectos de mi padre. 

Y todo lo malo se reemplaza por un niño sonriente siguiendo a su padre el comerciante, a una juguetería de Talara. El padre, don Florentino Chunga Ayala, después de unas conversación con el dueño del negocio sonríe a su hijo y le dice: "Ronitald, puedes escoger dos juguetes de la tienda, los que más te gusten". Mi sonrisa sigue siendo la misma ante el recuerdo.

Mi padre

4 comentarios:

Josué Aguirre dijo...

Uno siempre lleva a su padre en los genes. Me sorprendo a mí mismo con tantas manías que creía eran sólo mías y, cuando visito a él, mucho tiempo después, descubro que él también las practica.

Jonatan Melquiades dijo...

Zen, casi lloro. Yo también he heredado muchas cosas y actitudes de mi padre, buenas y malas. Es inevitable creo yo. Y serán transmitidas a las futuras generaciones.
Me dio mucha penita el cachorrito aplastado.

Josué Aguirre dijo...

¡Lo que es la doble moral del señor Melquiades! Gabriel habla de la muerte de su padre y Yonatán llora la muerte del perrito. No puede ser.

Jonatan Melquiades dijo...

No no no no no. Hay un "punto aparte". Son ideas distintas