Adaptadito
Cuando era más joven siempre imaginé cómo sería el amor. Sabía que lo reconocería de inmediato en cuanto lo viera. Imaginaba que el amor entraba a mi habitación de sorpresa, o que nos conocíamos accidentalmente al chocarnos en alguna calle.
Lo imaginaba muy bien: El amor usaba trenzas, cantaba melodiosamente, conocía todas mis películas favoritas y se sabía casi todas las canciones de Queen, además le encantaba pasear en bicicleta.
Pero no aparecía, yo pensaba que debía estar talvez en el colegio equivocado o en una ciudad lejana.
Cuando finalmente el amor apareció usaba el cabello corto (no me gustaba), tenía una mala voz para cantar, no sabía nada sobre Queen. Pero en cambio, el amor besaba bien, no al principio (cuando chocábamos los dientes). El amor fue la razón por la que le mentí varias veces a mis padres: “Voy a salir con mis amigos”. El amor bailaba muy bien y me hacía pasar ridículo cuando lo hacíamos juntos. Pero en cambio no nos perdíamos ninguna balada.
Y así como apareció, el amor se esfumó por primera vez. Lo encontré tiempo después, convencido de que el amor no cambiaría y sería como la primera vez. Ése fue el error. Lo perdí varias veces más creyendo que por fin lo había encontrado, en cambio lo volvía a perder. Y así pasaron los años.
El amor creció, cambió, desapareció bruscamente (como un accidente). El amor se desvaneció. Se alejó de mis planes pero mis planes no importaban. El amor se alejó por años.
Cuando finalmente reapareció, casi no pude reconocerlo. El amor olía distinto, tenía ojos diferentes, un cabello largo y ondulado. El amor ahora dormía de una forma diferente, tenía libros favoritos parecidos a los míos, y canciones que le recordaban a alguien más, así como otras que no quería escuchar. Y yo también.
Pero encontramos unos asientos en el cine y otros en el parque que nos calzaban perfectamente. Entonces el amor se arriesgó conmigo, me preparaba ensaladas distintas, me esperaba con una sonrisa y un abrazo. El amor me dio una familia. Pero el amor ahora roncaba, dejaba la ducha sin limpiar, se enfurecía con mis tardanzas y lloraba en silencio.
Perdí el amor otra vez, debí haberle dicho que era hermosa todo el tiempo: Cuando se despertaba, cuando la vi llorando –eres hermosa- cuando no quería escucharlo, cuando no lo creía –eres hermosa- cuando nadie más se lo fuera a decir, yo aún pensaba que era hermosa.
Pero no todo es perfecto y tal vez se me olvidó decirlo cuando el amor más lo necesitaba: Eres hermosa.
Entonces aprendí que el amor nunca es quién esperabas, no lo puedes predecir. A lo mejor está en Francia, durmiendo en este momento. Tú estás en Piura o en Pamplona, despierto. A lo mejor el amor siempre está en el lugar equivocado. A lo mejor no está listo para ti. A lo mejor tú no estás listo para él. A lo mejor no es para casarse con él. A lo mejor la próxima vez que lo veas, sean 20 años después del divorcio, se vea más viejo, pero tan lindo como lo recordabas.
A lo mejor el amor sólo se quede aquí por un mes. A lo mejor esté para cada fuego artificial, cada fiesta de cumpleaños, cada visita al hospital, cada jueves al bajar del autobús. A lo mejor se queda, a lo mejor no puede (a lo mejor no deba).
El amor llega exactamente cuando debe llegar. Y se va cuando debe irse. Cuando llegue dile: "Bienvenido, ponte cómodo." Y si se va, pídele que deje la puerta abierta. Apaga la música, escucha el silencio, y susurra: "Gracias por haber estado aquí."
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