El psicólogo no es tu amigo. Entiendo que la gente piense que sí porque en las terapias se emplean métodos parecidos. Asistes a una sala acogedora, te preguntan cómo te sientes, te invitan a contar cosas muy íntimas durante varios meses, te aconsejan, te brindan soporte emocional, te ayudan a ser consciente de las cosas que andaban mal, etc. Así que uno tiende a creer que hay una conexión de por medio. Pero no es así. Además, el psicólogo es el principal interesado en que no se establezca tal cosa. A fin de cuentas es un tipo que está tratando con gente que tiene algún tipo de desorden mental.
Cuando empecé a ir a terapia, tenía muy clara esta idea. Sin embargo, en varios momentos vi comprometida esta convicción. Por ejemplo, alguna vez él me dijo: "Ah, eres filósofo, entonces vamos a tener charlas interesantes"... Y esto se materializó en una sesión en la que me dediqué a criticar el psicoanálisis. Me parece que mi psicólogo no se lo tomó a bien: No hizo ningún apunte, no hizo preguntas, mostró mucho desinterés. La verdad, no era mi intención echar por tierra su profesión; tampoco mostrarme como un sabelotodo. Solo quería saber hasta qué punto defendía esas ideas. Así se lo dije y añadí: disculpa si te fastidié, a veces soy medio pesado. No me respondió nada.
"El psicólogo no es tu amigo", me repetía yo mismo. Pero al vernos después de un feriado le preguntaba "¿cómo está tu familia?" A lo que él respondía parcamente: "bien". En otra ocasión alabé su buen gusto. Le dije que la decoración de su oficina me encantaba. Él, sin embargo, me cambió el tema. Incluso alguna vez le comenté que se veía bien para tener 45 años, pues pensaba que era menor que yo. No me dio respuesta. Intuyo que no lo hacía de mala onda sino que era su forma de evitar que los pacientes se pasen de la raya, su manera de mantener el asunto "profesional".
No puedo decir que me trató mal, sin embargo. Fue inteligente, comprensivo y también muy paciente conmigo. Además, me permitía quedarle debiendo las sesiones si no tenía dinero. En resumen, creo que me ayudó mucho; quizá no de una forma práctica, como podría hacerlo la terapia cognitiva conductual, pero sí de una forma más metafísica, más profunda, aquella que va más allá de la psicología como conjunto de "truquitos y tips".
No obstante, un hecho sí que fue determinante en mi comprensión del asunto.
Resulta que, al momento de dejar la terapia, ocho meses después, me tomé el atrevimiento de escribirle un texto más o menos extenso en el que le manifestaba mi agradecimiento por su dedicación, esperando contar con él en el futuro. Han pasado tres meses desde entonces. Nunca me respondió.
Al principio anduve un poco resentido. Pensaba: "¿Qué le costaba decir 'igualmente', 'gracias a ti', 'cuídate', 'que te vaya bien'? No... me dejó en visto. ¿Acaso, en efecto, le caía mal? ¿Debería escribirle para preguntar por qué no respondió mi mensaje?
Con el tiempo descubrí que no. Entendí que aquella afectación mía estaba sustentada por una idea falaz: creía erradamente que todo lo que le había contado, a lo largo de varios meses, equivalía a una relación de amistad y por eso me dolía que no haya ningún tipo de despedida. Pero luego recordé que nunca existió tal relación, que él siempre fue un médico que quería llevar las cosas de modo profesional y que, quizá no es que le "caigo mal", sino que, como ya sabía desde un principio, el psicólogo no está y nunca estuvo para ser de amigo.
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