miércoles, 11 de marzo de 2015

Mi primer beso

Un primer beso nunca es como el de Kevin Arnold y Winnie Cooper . Supongo que ver ese primer beso en la pantalla me cagó frió el cerebro por completo y siempre busqué que el mío fuese como el de ellos dos.



Yo tenía 13 años cuando di mi primer beso, ella también tenía esa edad (creo). Fue en una banquita en casa de su amiga. Fue un beso muy raro, apresurado, rochoso, violento. Recuerdo abrir los ojos disimuladamente y ver su cara pegada a la mía con una expresión bastante rara, recuerdo incluso el chirriar de nuestros dientes al juntarnos. Total, era para ambos nuestro primer beso y no teníamos idea de cómo hacerlo. Nada que ver como el de Kevin y Winnie. Aun así lo recuerdo con cariño a pesar de lo mal que lo hicimos y lo mal que acabamos esa relación.


Mas o menos así fue el mío


Los primeros besos que tuve en mis siguientes relaciones tampoco fueron lo esperado, claro que, con el tiempo mejoraron (¿a quién no le gusta besar?), pero el primero, ése que se supone te debe enganchar y enamorar de la otra persona, nunca fue lo que imaginaba.

Esos siguientes “primeros besos” con las enamoradas (o “novias”) que tuve fueron igualmente… cómo decirlo… no eran lo que me esperaba. Alguno fue apresurado, otro forzado, otro vergonzoso, uno fue  inoportuno y hasta tuve uno por obligación.

El “primer beso” de mi última relación fue algo divertido. Fue planificado al milímetro, incluso planeamos el lugar y la hora. Llegado el momento ella se puso muy nerviosa y empezamos a hablar trivialidades para romper el hielo. Pero, cansado yo de escucharla y habiéndonos reunido para lo que realmente nos habíamos reunido, la callé de golpe juntando mis labios a los suyos y dándonos ese primer beso que hasta ahora, siete años después, aún recuerdo con una sonrisa. Aún así, tampoco fue como el anhelado beso de Kevin y Winnie.

Creo que disfruté más esos poquísimos no primeros, sino “únicos besos”. Esos que empiezan con un Hola y terminan con un Adiós. Esos que di a alguien que no volví a ver, esos que surgieron sin motivo aparente, de la nada. Esos que se llevaron el nombre y el rostro de la otra persona. Esos besos espontáneos que se dieron sólo porque sí. Esos que se supone debí olvidar.

Pero, terco yo, creo que algún día podré tener ese “primer beso” que tanto espero, bajo la sombra de un árbol y a la luz de la luna.  Yo le daré mi chaqueta para ayudarla con el frío, nos miraremos, y sin decir palabra nos acercaremos para que nuestros labios se unan en un húmedo roce que parezca no terminar nunca.

Y quién sabe dónde estará mi Winnie Cooper, tal vez esperando por volver a buscarla, tal vez viendo Star Wars en la televisión o acabando su último año de carrera, tal vez aún no la conozca. Quizás esté a miles de kilómetros de aquí, o ayudando a su hijo a ir al baño por primera vez.  Quién sabe.

:3


1 comentario:

Josué Aguirre dijo...

No le han comentado nada al señor Melquiades. Bueno, para que no se sienta mal añadiré algo: Que sí; los primeros besos no son como los pintan. Memorables son. Pero distan mucho de la perfección.