martes, 28 de julio de 2015

Mis amigos nocturnos

De noche, entre visitas de seres imprevistos y amargos licores añejos, la realidad se va tornando violeta. Todo pierde su sombra y oscuridad. Las calles se tiñen de púrpura, la luna baja hasta mi balcón, su luz se posa en mi almohada y las estrellas se tiñen de rojo.

De noche, cuando sólo mi gata queda a mis pies y la casa se hace a cada suspiro más y más oceánica, es inevitable que tu respiración vuelve a hacerse eco.

Ya es madrugada y mis ojos se niegan a viajar al sótano de mis pensamientos. Te estoy observando en ese cielo violeta salpicado de puntos rojos, sin una luna que me muestre el camino a tu portal.

Es la hora, ellos llegan con sus antorchas, cánticos, horcas, sangre, tulipanes, pociones, esclavos, banquetes y calaveras. Se reúnen al rededor de mi cama y dan rienda suelta a sus celebraciones. Cantan tu nombre, pero hay uno que sólo me mira desde lo lejos, no dice nada, no baila, no canta, no devora nada, sólo me observa desde su silla. Esperando que la celebración llegue a su fin.



Sus hogueras marcan la entrada al laberinto, y me retan a cruzarlo, pero prefiero quedarme acostado, en medio de todo ese ritual pagano. Y ellos se burlan, cantando más fuerte tu nombre, al punto que debo gritar para contrarrestar sus alaridos.

Y estamos tan cerca que me atrevería a cruzar el laberinto, ése que se creó esa noche de despedida, sólo para sentarme a tu puerta y escucharte reír desde dentro.

De noche, ya los duendes se cansan de danzar en mi habitación, las brujas acaban al fin sus conjuros sobre mi cama y los demonios en procesión toman sus barcas y navegan desde mi puerta para volver a sus mundos por caminos de color violeta que empiezan en mis sábanas y que se alejan en el púrpura de la madrugada.


Sólo uno queda, aquel que no bailaba, sólo él aguarda en silencio hasta que el sueño me aprisione en sus calabozos. No sé si me está cuidando, o espera el momento oportuno para arrebatarme la poca razón que aún me ata al día.

Y sé que mañana será otra vez así, pero ya no les temo. Su presencia es la evidencia, que aún no estás aquí.



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