domingo, 10 de julio de 2016

Mi corazón es tu muñeca preferida (parte II)

Tiempo después tuve el valor. Te vi de lejos y el encuentro no fue casual, te miraba acercándote a mí, y a cada paso tuyo sentía cómo algo dentro de mí iba rompiéndose. La charla fue inevitable. Ya a tu lado no pude contenerme, te lloré toda mi humanidad, todo lo que soy, lo que era por ti, todo lo bueno que llegué a ser por ti, todo lo que crecí a tu lado, todo lo que aprendiste de mí te lo dejé en esas lágrimas que cayeron delate tuyo. 

No me queda nada, no soy más que un recuerdo de lo que pude ser. Tú sigues buscando motivos para alejarte sin sentir remordimiento, y lo lograste. Me pides proezas que tú misma no eres capaz de realizar, no me las pidas ahora cuando no soy capaz si quiera de mirarte a los ojos. Para encontrarte con la mirada de alguien a quien amas debes tener un alma capaz de soportar ésa mirada, pero hasta eso te llevaste.

Lo que terminó de partirme el corazón fueron esos motivos tan tontos que usaste. Ya nada tenía sentido, todo era válido para ti con tal de alejarme y llegar a tener lo que quieres,  pero ya lo tienes, no tenías por qué seguir destrozándome de esa manera.


Lo intenté, te entregué toda mi verdad, pero estás metida en un círculo que da vueltas una y otra vez. No puedo hacer nada más, sigues forzándote a creer tus pretextos, de tanto repetirlos puede que los sientas reales alguna vez. Yo te dije todo lo que siento, todo lo que deseaba y esperaba, pero estás cegada, no te importó.

Nadie se había ganado el privilegio de una lágrima mía,  y lloré todas delante de ti, desnudé mi alma ante ti. Pero no fue suficiente… y aun así continuaste haciéndome daño.

Sólo espero que cuando despiertes no sea demasiado tarde. Cuando te des cuenta que cambiaste lo más real y sincero que pudiste tener, por una ilusión pasajera, aún me mantenga esperándote en uno de los tantos sitios donde nos entregamos por completo en cuerpo y alma. Tal vez aún me encuentres merodeando tus recuerdos.

Porque nada dura para siempre y algún día tendré que matarte, algún día tendrás que marcharte lejos para no regresar. No podré seguirte, ni siquiera en la oscuridad. Porque aunque quisiera ya te habré olvidado.

Te habré asesinado lenta y dolorosamente, no podría ser de otra manera. El corazón es lo más difícil de matar. Y tu amor, ése que aún vive dentro de mí, se apagará junto conmigo, cuando  un dulce suicidio selle el punto final a estos recuerdos tuyos.

Sólo te pido que sigas siendo tú, porque amé cada error y defecto tuyo. No hubiera cambiado ni un solo ápice de tu ser. 

Espero que cuando escuches mis canciones puedas darte cuenta de tu error, espero que esas melodías te hagan daño cuando estés a su lado, tontamente convencida que valió la pena probar unos labios nuevos. Espero que mis canciones te hagan recordar, que te hieran lo que yo no pude herirte.


Y no dejes de jugar, porque a pesar de todos tus juegos soy patéticamente consciente que fui quien te enseñó las reglas de esta partida. Y al final perdí. Alguna vez sentirás ése vacío, tal vez cuando estés sola en tu habitación y le mandes a él las mismas fotos que me mandabas a mí, tal vez en ese momento te des cuenta que extrañaras jugar, porque de todos tus juguetes, mi corazón fue tu muñeca preferida, y hoy decidiste perderlo.




2 comentarios:

Juan Melquiades dijo...

Escribió el poeta. Desde adentro. Desde la profundidad de las emociones. Gracias por darte y escribir.

Juan Melquiades dijo...

Escribió el poeta. Desde adentro. Desde la profundidad de las emociones. Gracias por darte y escribir.