jueves, 12 de marzo de 2015

Tres hechos insólitos

La apertura de la librería Alejandría se dio de manera discreta el lunes 1 de setiembre de 2014. Desde entonces, la tienda se caracterizó por priorizar una variada muestra de libros locales a la par de los títulos comunes en el mercado. Además, no vendía libros piratas y sus operarios se vanagloriaban en anunciarse como “libreros que saben de libros”.

La librería en su esplendor

Sin embargo, como toda iniciativa literaria que es más cultural que comercial, el negocio tuvo una corta duración, cerrando sus puertas a fines de noviembre del mismo año. No hay mucho que contar sobre esta breve vida de libreros que nos tocó vivir. Todo se podría resumir en una línea como: “fue bonito mientras duró”. Aunque… por otro lado, sí, debo admitir que hubieron tres hechos que llamaron la atención por lo insólitos que resultaron; sucesos colaterales a los que no puedo evitar encontrarles relación con el corto tiempo que la librería estuvo en funcionamiento.

Primer hecho: disparos en la calle Ica

Miércoles 3 de setiembre (dos días de inaugurada la tienda). Llego a mi turno a las nueve de la mañana. Abro la puerta, acomodo mi laptop en el escritorio. Voy por la escoba para hacer un poco de limpieza. De pronto, un ruido de disparos hace eco por los pasillos del centro comercial donde funciona la librería.

Un par de asaltantes han disparado a quemarropa a un cambista frente al hotel Ixnuk. El cuerpo del sujeto yace recostado sobre el primer escalón de la entrada. Algunas personas se acercan a auxiliar al herido. Lo embarcan en un taxi rumbo al hospital.

La sangre queda derramada sobre la vereda. Me quedo contemplando esa mancha roja por varias horas, hasta que llegan los peritos de criminalística, hacen una breve investigación y luego los trabajadores del hotel traen jabón y paños y limpian todo.

Más tarde, saliendo de mi turno, veo que la  noticia se difunde a nivel nacional, por medio de las imágenes de las cámaras del hotel. Todos hablan de inseguridad ciudadana. Todos se quejan de lo mal que estamos. Todos quieren justicia para el pobre cambista.

Las imágenes fueron ampliamente difundidas.

A la fecha en la que escribo este post, no se sabe a ciencia cierta si es que detuvieron a los asaltantes (sé que acusaron a un sujeto, pero éste probó que no había estado en Piura ese día y denunció a la policía por manchar su honor) y si se recuperaron los 65mil dólares que le robaron a la víctima.

Segundo hecho: una bomba en el centro

Viernes 5 de setiembre (cuatro días de inaugurada la tienda). Paso por Alejandría en la mañana, sin ser mi turno, con la única intención de visitar a Jonatan. Al llegar me doy cuenta de que las calles están acordonadas y que las rejas del centro comercial están cerradas. El vigilante, sin embargo, me deja entrar con cierta preocupación explicándome que han puesto una bomba en la calle Arequipa y que no es prudente andar por ahí.

A mí me parece una broma. A lo lejos veo al señor Melquiades, sentado en la librería –aclaración: la tienda es un stand que está construido de madera y grandes cristales, de manera que cualquier explosión podría causar la ruptura del vidrio, provocando que Jonatan tenga una muerte lenta y dolorosa-, revisando su celular TUENTI y escuchando música con sus enormes audífonos SKULLCANDY.

Me acerco al fin a la librería y Jonatan me repite lo mismo que el vigilante, pero con una sonrisa. Le hace gracia el acontecimiento. O es eso o es que no valora su vida en lo absoluto. Imagino que tiene que ser lo segundo, ya que el centro comercial está cerrado, no entra ni un alma y no hay otra tienda abierta.

Contra toda advertencia, decido asomarme a la calle Arequipa y ver por fin qué ocurre. Se trata de una camioneta Mitsubishi L200 roja que está mal estacionada frente a Maxibodega. Todo el perímetro ha sido cercado por la policía y, al lado del vehículo, se encuentran los agentes de la división de explosivos (UDEX), que revisan afanosos el vehículo. Por supuesto que los curiosos no se han hecho esperar y se han acercado todo lo que han podido a la zona a costa de su propia integridad (lo cual evidencia una lógica muy particular: “¡Hay que ver una bomba antes de morir!”, aunque en este caso los dos verbos podrían entrar en el mismo paquete).
 
La camioneta

Los curiosos

De alguna forma comprendo a los chismosos. Tras el asunto del cambista, todo el mundo anda medio paranoico. De hecho, imagino que con la difusión de la noticia los efectivos de las comisarías de Piura deben haber quedado muy mal parados a nivel nacional. Quizá ahora quieran limpiar su imagen montando una especie de 11 de setiembre. Y es que parece un poco exagerado el show de bloquear cuatro cuadras a la redonda, disponer de todos los agentes de las cuatro comisarías de Piura, desplegar cientos de metros de cinta policial y disfrazar a los de la UDEX con sus trajes antiexplosivos de limitada eficacia pero que se ven bien en las fotos; todo un despliegue que no cumplió ninguna función real hasta que algún mandamás comprobó la presencia inequívoca de la prensa.

Así, pues, a dos horas de iniciadas las maniobras, se escucha el ruido de una pequeña explosión (no más grande que un cohetón de año nuevo). Los policías despejan la zona orgullosos y en cinco minutos todo vuelve a la normalidad.

¿Qué carajo pasó aquí? Pues bien…

Una reveladora investigación publicada en el diario El tiempo se encarga de poner las cosas en su lugar: Un gringo –en realidad no recuerdo si decía “gringo” pero lo dejaré así para darle más gracia al relato- había alquilado una camioneta. Cuando manejaba por el centro de la ciudad, al extranjero se le ocurrió revisar la guantera y ahí encontró un artefacto extraño. Inmediatamente entró en pánico y acudió a la policía. La policía, a su vez, no pudo identificar el objeto, así que por precaución cercó el lugar y llamaron a los agentes de la UDEX. Por último, los señores de la UDEX tampoco consiguieron determinar de qué se trataba, así que colocaron el aparato en una llanta y, con unos explosivos que ellos mismos cargaban, lo volaron en pedazos.

Lo que se sabe es que el objeto, por más desconocido que resultaba, no contenía ninguna clase de material explosivo. Lo que no se sabe es por qué nunca se llamó al dueño del vehículo para preguntarle qué era, con lo cual jamás se sabrá qué demonios se detonó ese día.

Tercer hecho: el camión abollado

Lunes 8 de setiembre (una semana de inaugurada la tienda). Llego a mi turno a las nueve de la mañana. Abro la puerta, acomodo mi laptop en el escritorio. Voy por la escoba para hacer un poco de limpieza. De pronto, un ruido… (Déjà vu) … un crujido metálico remece los corredores del centro comercial.

Levanto la mirada y veo que se trata del camión de una empresa de mensajería que intentaba estacionar en reversa por la calle Ica. Al hacerlo, el conductor ha estrellado la tolva contra un poste de alumbrado público.

Los cambistas de la zona, quienes muy orondos dirigían el retroceso del camión, ahora discuten y se echan la culpa entre ellos. Naturalmente, el chofer los manda a la mierda, arranca y se va. El vigilante del centro comercial se acerca a la librería y me advierte que tenga cuidado con esos sujetos, porque son bravos (sic).

Esto lo confirmo unas semanas después, cuando paso por la librería a dejar mercadería. Por unos segundos estaciono mi moto justo donde se estrelló el camión. Los cambistas me miran con cara de poto y me dicen que no me cuadre ahí, que ese es su espacio y que está reservado. No les hago caso. Dejo la moto (sin perderla nunca de vista) y, así, cuando salgo recibo una amenaza: “la próxima vez te la desaparezco”, me grita el más feo de ellos.

Consecuentemente, nunca más me estaciono allí.

Déjà vu

7 comentarios:

Gabriel Ch. García dijo...

La verdad recordaba muy vagamente lo del cambista asaltado, hasta que no vi la imagen no termine de caer completamente en el recuerdo. Jajá lo de la bomba lo recuerdo hasta habían vídeos de los chicos de plaza centro o fuerte, que se carcajeaban contemplando el operativo, fueron transmitidos por Frecuencia Latina creo yo.
La del camión no me la sabía, pero lo que ya intuía era lo de los cambistas, desde aquella ocasión en la vía recreativa en que un cliente persiguió a uno de ellos por haberle mentado la madre.
Mucho sentido de atención al cliente y respeto al ciudadano no tienen, aunque con el estrés que supone cuidar tantos soles y dólares, creo que les queda escaso espacio para la asertividad o el respeto en el conjunto que conforma su carácter.

Angel dijo...

La foto de ese gato ilustra perfectamente las reacciones de Josué a estos hechos.

Jonatan Melquiades dijo...

¿Por qué Donoyos sólo comenta los posts del señor Aguirre? ¿Es porque nosotros somos de provincia?

Josué Aguirre dijo...

Y eso sin contar que había uno que se parecía al señor Melquiades. Recuerdo que una vez una señora lo persiguió al Jonatan porque creía que era él el que le había dado unos dólares falsos.

Josué Aguirre dijo...

Lo has entendido debidamente, mister Fantomas.

Josué Aguirre dijo...

Porque tanto usted como Gabriel han procurado una línea editorial agresiva: uno mandando a la mierda a Piura y otro amenazando que ya no va a escribir y que se va a hacer su propio blog. No es la voz.

Josué Aguirre dijo...

Angel es como el juez de Esto es guerra, Combate, El último pasajero... sólo se oye su voz pero no se manifiesta.