Sucede que me canso de ser
hombre. Me canso de los rostros desconocidos, de la multitud embutida en los
centros comerciales, de los niños uniformados saliendo de los colegios. He
llegado a imaginar ver a toda esa gente corriendo desesperada mientras sus cabezas
arden en fuego. Se lo comentaba a alguien, sería divertido le dije.
Me canso de ser hombre en una
ciudad que me aborrece. Una ciudad que desprecia lo que hago, lo que escribo,
lo que siento, lo que amo, a quien amo. Una ciudad que se mea de risa cada vez
que entrego el corazón sin esperar nada a cambio. Una ciudad que empolva con su
insufrible arena todos mis recuerdos, mis anhelos y sentimientos.
Me cansa ser hombre cuando los
amigos ignoran mi verdad, cuando nadie me pregunta cómo estoy. Cuando incluso
sabiéndolo, nadie es capaz de hablar con sinceridad y mirándote a los ojos.
Sucede que me canso de ser hombre
cuando no hay más humanidad que rescatar, cuando deambulo por las calles sucias
y violentas y caigo en cuenta que más humanidad tienen los perros
callejeros, que los idiotas que los maltratan.
Me canso de ser hombre en una red
social donde la vanidad y estupidez reinan por doquier. Donde se compite por
popularidad intentando ganar seguidores a cambio de retraso mental, fotos de
comida y cientos de fotos de tu puta cara. Donde me das un “me gusta” pero no
eres capaz de leer de qué se trata.
Me cansa ser hombre en una ciudad
que te escupe, que te saca la vuelta, que ensucia las veredas, que pone trabas
para salir adelante, que intenta robarte, que busca excusas para no cumplir sus
labores, que es impuntual, que está ahogada por la corrupción y delincuencia.
Sucede que me canso de ser hombre
aquí y ahora. Esta ciudad se llevó mi humanidad, ahogó mis sonrisas y destrozó mi corazón. Y yo se lo di todo. Su
calor y su radiante sol quemaron lo poco que quedaba de mí. Me cansé de ser
hombre. No me lo critiquen.
Pero terco yo, o tal vez
masoquista, prefiero seguir “mirando las ruedas girar”, buscando excusas para
seguir ahogándome en el polvo y la tierra de las calles. Buscando tal vez sanar
un corazón que se resigna a morir de
asco y soledad.
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