jueves, 28 de mayo de 2015

Los señores de la camisa mostaza


Por estos lares cada vez está más en boga decir este asunto no es mío para liberarse de  toda responsabilidad. Así, no es extraño que las acusaciones generen una respuesta que inicia con “no es mi culpa” y continúe con “es culpa de…”. Tampoco es raro que, en un nivel comercial, haya proliferado la aparición de anuncios tales como “cuide su (…), la empresa no se hace responsable de (…)”

Los señores que trabajan en servicios de seguridad no son la excepción. Para nada. Y yo creo que esto se hace patente en los sucesivos cambios de denominación de su chamba.

Típico guachimán peruano.

Veamos:

En un primer momento, estos operarios recibían el nombre de “guardianes”, dado que brindaban servicios de guardianía. Entiéndase: “guardar” es sinónimo de proteger. De modo que, cuando se constituyó la figura de estos agentes de seguridad, se estaba pensando en una suerte de “policía privada”, la cual tendría que resguardar los intereses de la persona o empresa que pudiera costearlos.

Pero como a los de seguridad esto les pareció demasiado arriesgado y no querían hacerse tan responsables por los problemas de sus clientes, de pronto se hicieron llamar “vigilantes”. Entiéndase: el que vigila, el que mira, el que chequea, el que da la voz de alerta. Esto es más  bacán porque así el agente no tiene que enfrentarte al problema. Es decir: él ve que están asaltando a alguien y no se mete. Basta con decir: “cuidado choche, te están bolsiqueando”.

Sin embargo, como aún así enfrentarse a la delincuencia parecía demasiado peligroso, estos señores decidieron ascender un peldaño más en la escalera de la despreocupación y, entonces, hallaron el término perfecto para sus ociosos menesteres: “agentes de prevención”. Entiéndase: personas que previenen. O sea, estos operarios ya ni se enfrentan a la razón de ser de su chamba, ni tampoco corren la voz de alerta. Hacen una cosa mucho más cómoda: Se dedican a joder a sus clientes y a los clientes de sus clientes para que ellos mismos resuelvan los atentados.


De modo que ahora los señores de camisa mostaza ni siquiera se despeinan. Sólo hablan. Hablan un montón. Llaman la atención. Piden refuerzos por radio. “Tenemos un problema”, dicen. ¿Y de qué se trata? Hay un señor que me está reclamando porque en el baño no hay papel higiénico. Díganle que está prohibido reclamar. Que no se puede. Que no son sus funciones.

Lo que a uno le hace pensar si actúan así con la gente común y corriente, es porque ahora los enemigos de los agentes de seguridad no son los agresores, sino las víctimas. Porque resulta que ahora las personas tenemos la culpa de que los delincuentes atenten contra nosotros.

Voy a compartir tres casos reales. Absurdos, sí. Pero 100% verídicos

Primer caso: cuando trabajaba vendiendo autos en Chevrolet teníamos a un agente de prevención que sólo se dedicaba a cumplir las funciones de un soplón. Por ejemplo, si alguna vez llegaba de visita la esposa de un compañero, el de prevención automáticamente le pasaba la voz al jefe de la tienda y, al día siguiente, mi colega tenía una llamada de atención. Si uno salía a media mañana a fumarse un cigarrillo en la calle, el señor de prevención tomaba nota y le comunicaba a gerencia. Era tan jodida la cosa que una vez me cuadré al fulano ése. “Oye, ¿a ti te contratan para que cuides de afuera hacia adentro o de adentro hacia afuera?”, reclamé. Vale decir que a este sujeto lo despidieron al poco tiempo, cuando se descubrió que pasaba todas las noches usando los teléfonos de la oficina para hacer llamadas personales.

Segundo caso: en una expoventa realizada hace algún tiempo en un centro comercial, al señor Melquiades le robaron su celular de última generación. De más está decir que los agentes de prevención no estaban en sus puestos y no brindaron el resguardo necesario. Por el contrario, una vez realizado el crimen, sólo se limitaron a pronunciar su sermón de toda la vida: “es que dejas tus cosas muy expuestas…”. Cuando el señor Melquiades fue a revisar las cámaras de seguridad (esas cosas que la gente cree que son la solución definitiva a la inseguridad ciudadana) se dio cuenta de que justo en el momento del hurto, el aparato estaba girando hacia otro lugar. Parece que estaban chequeando a una flaca.


Tercero: hace unos días me encontraba cargando un bulto en otro centro comercial. Tenía que subir al segundo piso y, como el ascensor estaba apagado, pensé que la mejor opción era usar la escalera mecánica. Cuando me subí en ella, vino una señorita de prevención, gritándome de la manera más escandalosa posible. Quería que baje de inmediato porque estaba prohibido subir con bultos ahí. A mí, con el peso y la escalera en movimiento, no me quedó decirle que sería imposible. Por supuesto, la de prevención, como si estuviera ante su enemigo número uno, procedió a hacer lo que mejor hacen estos señores. Dijo: “Así que hace caso omiso a las órdenes”. Llamó por el radio a alguien y se fue muy disgustada. Tiempo después me entero de que a quien llamaba fue a una trabajadora del centro comercial, para la que en ese momento me encontraba haciendo unos servicios. Lo supe porque aquella era mi amiga y no perdió la oportunidad de manifestar: “me han llamado la atención los señores de prevención porque subiste la escalera mecánica con bultos”. Yo le respondí: “¿Por qué te llamaron la atención a ti, si tú eres la que los ha contratado? Faltaba más: ¡Llámales la atención tú a ellos!”

2 comentarios:

Angel dijo...

Complaining, like a boss ♫

Jonatan Melquiades dijo...

Es cierto, En Plaza del Sol no nos sentimos cuidados, mas bien, observados.