martes, 30 de junio de 2015

Disculpa los malos pensamientos

Hoy he querido buscarte, he sentido la necesidad de ir a tu casa. Voy a llamar al timbre y darte un beso apasionado, de ésos que sólo se ven en las películas, justo cuando la lluvia cae. Pero sabes que no me detendré allí. Morderé tus labios de tal forma que  las cicatrices tarden años en desaparecer, morderé tus labios hasta que llorando me pidas que pare, porque no soportarás el dolor.



Pero no me detendré allí, y lo sabes. Te despojaré de esas ropas tan graciosas que sueles traer, las romperé si es necesario, las cortaré y hasta voy a usar los dientes con tal de dejarte desnuda. Así llegaría a tu espalda, la acariciaría una y otra vez, penetrando mis uñas en tu piel cada vez más y más profundo. No me detendré sino hasta que mis manos se cansen satisfecho de ver rasgada tu carne, y parte de tu carne metida entre mis uñas. Y sangre al fin brotando de las marcas de tu espalda.

A esas alturas ya debería estar haciendo efecto el narcótico que te habría inyectado de golpe al abrirme la puerta, el dolor del beso disimularía la inyección. Entonces estarás consciente de todo, sentirás cada cosa que mi mente retorcida (ésa que tú creaste) se le ocurra hacerte. Pero no podrás gritar, no podrás moverte. Sólo apreciar y dejarte llevar por este carrusel de locura. Allí, serías completamente mía.

No podría parar allí, con esos superfluos arañazos en tu espalda, apenas estaríamos empezando. Luego voy a besar tus pies, esos pequeños pies de canoa. Empezaría lento, pero lo más probable es que me aburra pronto. Arrancaría tus meñiques a mordidas, luego haría lo mismo con los pulgares, todo con tal que no puedas ponerte de pie. No querría que huyas otra vez.



Entonces recién empezaría lo divertido. Subiría lento hacia tus senos, jugaría con ellos un momento, pero jugar cansa. En ése momento te sugeriré que mejor hagamos algo más interesante ¿Qué tal si los atravieso con alfileres? Te dolería, lo sé. Pero no podrías hacer nada, por una vez, dejarías que me dé un capricho. Los atravesaría repetidamente con alfileres, pero no me atrevería a tocar tus pezones. Si algo tuyo me enloquecía, eran esos dos pequeños seres celestiales de color rosa que tanto he recorrido con mi boca. Espera ¿me dejarías conservarlos? Sólo tomaría las tijeras y los cortaría para mí, querría conservar algo tuyo. Espero que no vayas a ser tan egoísta.

Ya mismo habríamos acabado, no tendrías por qué preocuparte más. Habría llevado el picahielos. Pero tranquila, no iría a matarte, bueno, con el dolor que deberías estar sintiendo lo más probable es que morir sería lo único que quieras en ese momento. Ok, yo te daría el gusto.

No me gustaría posponer más esa situación. En casa lo más probable es que me estuviesen esperando para sacar a pasear al perro. Así que sin más preámbulos ni frases de despedida, ni besos tiernos de “adiós”, cogería ese picahielos y lo clavaría directo en tu corazón, una y otra y otra vez, hasta que mis músculos del brazo de tanto subir y bajar ése instrumento punzocortante, estuviesen agotados.

Y me quedaría unos minutos mirándote, sólo para ver que brota la sangre, para ver cómo sangras tu humanidad, tu vida. Esa vida que me robaste hace quince años, y de la que no me quedó nada más que esta simple idea. 



No entendería el porqué de esa mirada pidiendo  que me detenga antes de quitarte la vida. ¿Es que ya ni lo recordabas? Hace quince años tú decidiste crear esta historia. Tú escribiste este final.

Comadrejas Episodio 04



Y para redondear este mes, sólo me resta postear lo más obvio (dígase lo que a los demás se les había olvidado hacer). Señoras y señores: Aquí el cuarto capítulo de este podcast. Las comadrejas, hablando en esta ocasión sobre los Looney Tunes. ¿Qué hay de nuevo viejo?


Las grandes tardes de Emaús

Esto viene a complementar un post que escribí en abril  llamado Ahora soy un águila de Emaús. Curioso caso el mío. Pienso: abril. Vaya. Yo creí que me quedaría apoyando en Emaús un mes y ya me voy por el cuarto...

En fin, lo que quería hacer en esta ocasión es detallar brevemente la cotidianidad y buscar excusas para poner cosas como ésta:


Eso: Jonatan haciendo Hula-hula

He llegado a la conclusión de que en Emaús las jornadas por las tardes son tranquilas. Hay gente que viene de manera metódica a llevarse cosas para revender. Otras tantas vienen a ver novedades para el hogar. Todo funciona bien salvo cuando hay ventas especiales. Entonces es como si pasara un huracán por la tienda.



Pero, como ya lo he dicho, por lo general todo es tranquilo, rítmico y hasta un poco monótono. De eso me he enterado hace unas semanas, cuando el señor Melquiades se fue de viaje a Chile. Días en los que me aburría a morir.

¿Qué sería de mí si Melquiades no trabajara en Emaús? Probablemente ya habría dejado el puesto. ¿Quién si no él pondría Oxígeno en lugar de las cumbias que se escuchan en todos lados? ¿Quién sino él aparecería bailando hula-hula en media chamba? ¿Quién si no él pondría el podcast de las comadrejas en plena venta del martes? 

 

lunes, 29 de junio de 2015

Películas que no me canso de ver.

¡Buenas noches, queridos amantes de los blogs!
Llevo mucho tiempo sin escribir nada por aquí, vamos que tengo la parte escrita un tanto descuidada últimamente. Los estudios me distraen más que mis actividades de ocio más recurrente, debido en gran parte a que ya falta prácticamente un semestre para acabar la carrera ¡Yuju!
Bueno que me desvió del tema para variar y luego don Aguirre me regaña. Hoy vengo a hablarle de tres películas que me encantan y no me canso de repetir. Películas que si encuentro en la TV dejo de lado la agenda que tengo por delante para sentarme a verlas, empezar o terminar según sea el caso, o disfrutarlas en su totalidad.

Empezaremos con una que justo estoy repitiendo en este momento. Billy Elliot (2000). Está película la encontré hace como 10 años por cable, iba casi por la mitad o menos, y mi curiosidad se despertó al ver a un niño ensayar ballet en una clase repleta de niñas. Vamos que casi cambio de canal, pero mi curiosidad de hacia dónde apuntaba la película me pudo más y termine sentándome a ver lo que estaba por venir.


Billy Elliot es nada más y nada menos que la historia de superación de un niño que no ha conocido nada más allá del machismo y prejuicios planteados por una familia desestructurada. Llena de momentos, a pesar de la cruda situación familiar de Billy, risibles y enternecedoras, sin mencionar el momento en que el padre por fin abre los ojos y confronta al hermano gruñón de Billy, un momento que me arranca las lágrimas. Una banda sonora que se te queda grabada mucho después de ver la película, que si bien no es una de las más laureadas en el género del cine, cumple su papel maximizando las emociones que los actores intentan transmitir.  Podría hablar más de esta película pero solo lograría un post algo soporífero y no es mi intención. Demás esta añadir que recomiendo la película para aquellos que no la han visto.

La segunda película es la Lista de Schindler (1993), película protagonizada por Liam Neeson. La cinta está basada en la historia del empresario alemán Oskar Schindler, que salvo 1100 judíos polacos durante el holocausto. La película está acompañada de excelentes actuaciones y producida y dirigida por Steven Spielberg. En primera instancia vemos a un Schindler oportunista que aprovecha la desgracia que atraviesan los judíos para hacer uso del dinero de estos para comenzar sus coqueteos empresariales con el partido Nazi. Con el tiempo se ve como un hombre por muy frívolo que sea no puede afrontar semejantes atrocidades como las que se vivieron en aquel entonces, sin quebrarse. Es ese punto de quiebre de Oskar Schindler el que lo convierte en un símbolo de esperanza entre los que después serian conocidos como “Los judíos de Schindler”.


Una película llena de momentos emotivos, crudos que trastocan más allá de los sentimientos del espectador, que invitan a momentos de reflexión y que nos muestran el otro lado de la Alemania de la segunda guerra mundial, a aquellos pocos alemanes que aun conservaban su humanidad y que intentaban nadar en contra de la corriente, a su manera, arriesgando sus propias vidas por las de alguien más, por un bien mucho mayor. Y hay una frase que siempre me quiebra en esta película “Quien salva una vida, salva al mundo entero”.

La tercera película (tenía razón en no mencionar a más de tres). La vida es bella (1997). Película que también transcurre, en parte, durante el holocausto. Protagonizada y dirigida por el talentoso Roberto Benigni quien encarna a Guido, un personaje ocurrente y risueño, que llena de gracia las situaciones más grises, y no por una falta de responsabilidad, sino más bien por el simple hecho de no dejar desesperanzarse a quienes le rodean. Algo así como al mal tiempo buena cara, pero al estilo de Benigni o de Guido en este caso.


Momentos oscuros y emotivos acompañan las divertidas gracias de Guido, quien se revela contra las calamidades con una sonrisa, con esperanza, aun en los peores momentos. Cada uno tiene sus maneras de luchar contra las adversidades, cada uno tiene un estilo único, el estilo de Guido es uno de aquellos poco recurrentes, uno de aquellos que aun logran hacer que los niños y los hombres sueñen por igual, con el “La vida es Bella”.

Bueno espero no haberlos aburrido y ya nos leeremos en otra ocasión, y está vez mucho antes de lo que imaginan. 

Ceviche de comadrejas

Parece que ya asumida nuestra denominación no hay nada más que pitear. Hoy día a las nueve de la mañana las comadrejas nos reunimos para grabar nuestro programa número cuatro, el cual no estuvo exento de errores. Lo primero: mi tablet, donde solemos hacer el registro, no quiso prender. Lo segundo: intentamos hacerlo en la compu de Jonatan pero el resultado fue desastroso; mala calidad de sonido, mucho ruido de fondo y la voz de Gabriel que apenas se oía. Lo peor de todo es que de esto nos dimos cuenta recién al final, tras haber grabado ya una larga conversación de 20 minutos que se perdió para siempre.

Minutos antes de la catástrofe todo era felicidad.

Entonces, no nos quedó de otra más que volver a hacer todo de nuevo, confiando de pronto en el celular ENTEL de Gabriel y en una nueva aplicación chilena que acababa de descargar. Los resultados fueron asombrosos. No sólo la calidad sonora mejoró considerablemente sino que, al volver a grabar el mismo programa, conseguimos soltarnos más y tener una charla aún más entretenida que la primera.

Así pues -y siempre pensando en que de todas maneras necesitamos una consola y un buen juego de micros- fuimos a los agachaditos a comernos un cevichón, para festejar: suculento potaje que he de quedar perennizado en nuestros recuerdos tal cual se ve en la foto.



domingo, 28 de junio de 2015

Tour iglesias 2015

Ahora Paty y yo salimos a ver iglesias, como quien ve prospectos para nuestra próxima boda, la cual debe darse -espero- en febrero del próximo año. He aquí el detalle fotográfico que resume la jornada:




Empezamos por la San Sebastián, que era mi favorita. O, al menos, era la que prefería por tradición, ya que muchos de mis familiares se han casado ahí. Sin embargo, cuando fuimos no nos gustó mucho el fondo celeste del altar. Tampoco jugó a favor las pancartas que cubrían la fachada (la cual me parece que es la más imponente de todas las iglesias) ni el mercadillo que se había armado ahí por la celebración de la novena.




La segunda iglesia fue la San Miguel Arcángel (la basílica catedral). Me sorprendió bastante. No la recordaba tan elegante, honestamente. Nos pareció acogedora, sobria y bastante ordenada. Hasta Paty, orgullosa de su elección (ella fue la que la puso en la lista) accedió a tomarse una foto ahí.


La San Francisco era para mí una buena opción. Sin embargo, la gran aglomeración de fieles que atendían la misa nos hicieron imposible la entrada. Sólo nos quedó contemplar las instalaciones desde afuera: una iglesia pequeña pero acogedora.




La última iglesia que vimos fue la San José. Nos pareció un espacio simpático, atractivo, con el gran mérito de poseer un diseño bastante creativo, tratándose de un templo católico.Sin embargo, creo que la relativa lejanía del centro (más bien pensando en la comodidad del traslado de los invitados) nos hizo descartar esta posibilidad.

Conclusión: a pesar de que nos faltó visitar la capilla del asilo de ancianos (que era mi segunda favorita) decidimos que haremos las gestiones para que el matrimonio sea en la catedral; siempre y cuando nos dejen.

Historia de dos periódicos



Había una vez en Piura un viejo periódico que vivía al borde de la ruina. Regocijándose en sus años de gloria, subsistía mantenido por otro diario que la misma empresa vendía más barato. Nadie quería trabajar en aquel antiguo medio. Los jóvenes periodistas sabían que ahí se pagaba poco, se exigía mucho y que los jefes manejaban todo como señores feudales. En un acto de desesperación, los directivos decidieron que este periódico tome la misma línea que su diario económico y, así, un buen día éste salió a la venta a la mitad del precio. Recortaron varias secciones como cultura, estilo de vida y opinión. Luego bajaron los precios de la publicidad hasta el suelo. Así, mal que bien, se mantuvieron liderando un segmento en el que, hasta entonces, no existía competidor.

Sin embargo, pronto llegó a Piura un periódico desde la capital. Este medio estaba interesado en el mismo segmento que el viejo diario. Se congració con las más recientes generaciones de periodistas y les ofreció sustanciosos contratos. Destacó la calidad sobre la cantidad y se caracterizó por tener mejores contenidos e imágenes impactantes, de modo que visualmente se presentó como un producto moderno y competitivo.  Así pues, el nuevo periódico pronto destronó a su magullado competidor.

De pronto, el periódico viejo se dio cuenta de que si quería seguir en el mercado debía tomar una decisión radical y, en lugar de declararse perdedor, redobló su apuesta. Despidió a viejos jefes. Contrató nuevos y mejores periodistas. A los antiguos, los que demostraron ser competentes, les empezó a pagar más. Renovó su imagen de marca, aumentó sus secciones y su contenido. Luego, salió a la luz al doble de precio, pero, eso sí, ofreciendo una calidad nunca vista en un mercado regional.

Por su parte, al periódico nuevo llegó uno de esos directivos obsesionados con la productividad. Éste señor vio que era un despilfarro mantener a tantos periodistas y despidió a casi todos menos dos, a quienes les encargó las labores de los 10 que se fueron, incluidas la edición y la fotografía. Disminuyó la calidad del papel, recortó el número de páginas y subió los precios de la publicidad, pensando que los anunciantes se quedarían con él porque no importaba qué cosa publicara, sino su marca y el prestigio que encerraba ser un tradicional diario limeño.

En un año las decisiones de ambos medios rindieron sus frutos: el diario El Comercio prácticamente desapareció del mapa, convirtiendo las productivistas decisiones de su nuevo directivo en el peor de los fracasos; o séase, de esos que se dan cuando ya todo parece estar ganado. Por el contrario, el diario El Tiempo, recuperó no sólo el prestigio perdido décadas atrás sino que se consolidó como el diario número uno en su segmento.

Lo que me deja una enseñanza clara de que los tiempos han cambiado. Que la anticuada gerencia de principios del siglo XX ya no tiene más lugar en el mundo empresarial. Y que quizá esto también tiene que ver no sólo con no cometer el error de infravalorar a tu público sino también a tus trabajadores. Lamentablemente aún es difícil remar contra la corriente. Pero, como decía Peter Drucker: "Donde hay una empresa de éxito, alguien tomó alguna vez una decisión valiente".

miércoles, 24 de junio de 2015

Días de junio

Mientras se termina junio debo comentar algunas cosas aún no comentadas. En principio, hace ya una semana volví de un viaje relámpago a Lima en el que no hice otra cosa más que tratar de resolver un asunto burocrático que finalmente no concluyó en nada. Así que, ingrátamente, los únicos recuerdos que tengo de mi viaje son: un buen sentón en un micro por las calles del centro, una búsqueda implacable en las galerías de Wilson por un servicio que todos desestimaban y un dolor de piernas atroz debido a una jornada de 32 horas de viaje (Piura-Lima-Piura) en bus.

32 horas de viaje

Bueno, bueno... para ser honesto tengo dos recuerdos que rescataron en parte este viaje. El primero es que conocí a un joven escritor llamado Lenin Heredia, con el que compartí una amena charla en una céntrica cafetería. El segundo es que pude pasar algún tiempo con mi padre, con quien no suelo tener mucho contacto.

Ya de vuelta a Piura me encargué de recoger unos libros de la casa de una amiga que me los ofrecía como donación para unos eventos que habíamos planeado como editorial. Desgraciadamente, me fié de mis propios medios y pensé que podía traer a casa todos los volúmenes usando un carrito de almacén. Grave error. Los libros se caían con cada bache haciendo del traslado un suplicio.

Así llegaron.

Así los ordené.

Por otro lado, ayer nos dimos el tiempo para poner en marcha un proyecto que ya veníamos maquinando hacía algunas semanas. Y es que, tras una reciente experiencia radiofónica protagonizada por el señor Chunga, surgió la idea de hacer una serie de podcast: lo que se resume en grabarnos -los cuatro editores de este blog- hablando huevadas temas variados todas las semanas.

Ayer hicimos el piloto. A juzgar por los resultados, me parece que vamos a darle continuidad. De hecho, hasta hemos pensado en el nombre para el programa: "Comadrejas", idea que surgió en honor al animalejo que compartía créditos con el Gallo Claudio de los Looney Tones (estábamos viendo un capítulo mientras hablábamos del podcast) . 

Contagiado del entusiasmo, comparto una idea para el logo. Idea, nada más:

Suicidio animal masivo

Esto ha sido horrible. Ayer, como una maldición -voy a pensar que ha sido así-, he visto más animales atropellados en un solo día que los que veo en todo un año. 

Muerte en las pistas

Si tengo que hacer cuentas apuntaré que he visto una ardilla, una paloma, dos gatos y dos perros; todos en distintos estados de rigor mortis. Por ejemplo: la paloma y la ardilla practicamente ya estaban fundidas con la pista. El primer gato -que vi en la mañana al salir de casa- también estaba así, salvo que con la cola parada aún meneándose con el viento.

Por la tarde vendría lo más feo. En berma de la avenida Panamericana me encontré con un gato partido en dos, cuyos intestinos yacían desparramados por varios metros del lugar de su muerte. Debo decir que por un azar del tráfico mi moto debió pasar entre el espacio que había quedado entre las dos partes del cadáver. 

Más allá, sin embargo, había un perro que estaba en las mismas condiciones, salvo que me pareció que intentaba moverse con sus dos patitas delanteras entre camiones y combis que pasaban raudos por todos lados. Ya un poco perturbado, sólo me quedó desear que pronto llegue algún tráiler y termine de aplastar al animal para que acabe con su sufrimiento.

Llegando a casa de Jonatan trataba de recuperarme de aquellas horribles imágenes cuando a un lado de la pista encontré otro perro con la cabeza aplastada. ¿Qué carajo pasó ayer? ¿O es que los conductores estuvimos más descuidados que otras veces o es que hubo un suicidio animal masivo impulsado por alguna fuerza natural desconocida?

No sé. Venía regresando hoy a casa y pasé por el lugar en donde el día anterior estaba el perro que aún se arrastraba torpemente. Lo encontré ya convertido en una alfombra de pelos marrones y huesos triturados y pensé que esto sería una buena entrada para el blog.

lunes, 22 de junio de 2015

La chica del cabello azul

La chica del cabello azul gusta mucho de caminar por la ciudad, cuando sale del trabajo (o de estudiar) no quiere que vaya a buscarla en mi vehículo. Prefiere que la encuentre a pie para luego ir juntos a perdernos de la mano por las atiborradas calles de la ciudad.

Siempre va con sus audífonos tipo vincha, escuchando desde Sui Generis hasta Raphael, le gusta usar coleta y a veces se ata todo el cabello en un moño encima de su cabeza, me encanta cómo le queda así.

A la chica del cabello azul no le gusta ver televisión, en su habitación este aparato se empolva y muere de olvido hace mucho tiempo. Ella prefiere venir a mi casa, tirarnos en el sofá y ver series por internet, esas series frikis que me gustan desde hace mucho y que ella adora. Podríamos pasarnos horas y horas sin darnos cuenta, mirando temporadas enteras de nuestros superhéroes favoritos.


Me gusta que le gusten mis libros (sí, incluyendo el de los poemas), su cuento preferido es “Tu pueblo también”. Me encanta verla leer los libros de mis amigos caramanducos. Siempre me pregunta cuándo saldrá la segunda parte de Zen Zergak, porque le gustó tanto la primera que no puede esperar mucho a leer el siguiente volumen.

La chica del cabello azul intenta hacerme enojar discutiéndome sobre el Señor de los Anillos y Star Wars, ella dice que prefiere mil veces más Star Wars, aunque yo intento hacerle ver que son dos cosas totalmente diferentes, y allí empiezan esas tontas discusiones que siempre terminamos apaciguándolas con un beso.

A ella le encanta jugar con mi gata, aunque mi Asuka no la quiere mucho, siempre la rasguña o la muerde, pero a ella no le importa. Ama los animales y está empecinada en ganarse el cariño de mi mascota

La chica del cabello azul usa zapatillas rojas, verdes y violetas, y a veces usa calcetines de diferentes colores, me encanta verla así, con sus lentes de hipster, su casaca jean de color verde y esos pantalones ajustados que le enmarcan su delgada figura.

Ella me mira y sonríe, abre su morral (ése que siempre usa y lo lleva a todas partes) y saca un cd pirata de Carla Morrison. Vamos a escucharlo -me dice- y nos tumbamos en el sofá a escuchar el disco entero sin decir una sola palabra.

A la chica del cabello azul le encanta decir "mierda". Creo que es su palabra favorita. Ya me acostumbré a eso. Podemos estar sentados en una vereda conversando y de pronto pasa una mamá con su pequeño hijo camino al colegio. "Vaya mierda de uniforme" dice ella sin el menor reparo. Sólo atino a reírme nerviosamente y mirar a la pobre madre con cara de "Discúlpela por favor"

Todas las mañanas se levanta muy temprano, antes que yo. Y me manda un whatasapp diciéndome "dame un beso cuando despiertes". Adoro ver esos mensajes al despertar. Y cada vez que nos encontramos, prefiere mil veces que le de un beso, antes de decirle "Hola".

La chica del cabello azul intenta aprender a tocar guitarra, pero no es su prioridad, lo hace cuando puede y le sobra tiempo, después claro, de haberme dado una paliza jugando Street Fighter, derrota que suelo revertir ganándola en Need For Speed.

Le encanta el karaoke, a veces cuando estamos aburridos ponemos youtube y buscamos algunas pistas para desgañitarnos cantando a viva voz y en mal inglés las primeras canciones que se nos pasen por la cabeza.

La chica del cabello azul llega a aburrirse del mundo pero no de mí. Y cuando se harta de todo suele cortarse el cabello y cambiárselo de color. Hace poco pasó por un problema familiar que la puso bastante melancólica, al otro día cuando fui a buscarla, se había cambiado el color a morado. No te lo quites nunca -le dije yo- es mi color favorito. -Te amo- respondió ella.



Hay tantas cosas que adoro de la chica del cabello azul (a veces violeta), que me gustaría que ella fuese real. Que de verdad esté esperando por mí en algún lugar y tiempo. Pero a veces me asusto al no encontrarla, porque me quedan tan pocos sitios por recorrer y muy poco tiempo para buscarla.

No la busques, ya llegará -me dijo alguien hace poco- Pero la idea de no encontrarla me aterra. Aún así esperaré pacientemente a conocerla, a encontrarme con ella de casualidad, a animarme a hablarle por facebook a media noche, a insistirle que regrese a esta ciudad, a rogarle que me elija a mí y no a su trabajo, a chocarme con ella entre la multitud de un centro comercial, a que me la presente algún amigo entre vinos de plazuela, a pedirle intentarlo una vez más a pesar de todo, en fin, tantas posibles variantes que el universo nos puede preparar para encontrarnos por primera vez.


O quién sabe, puede que sea quien comparta conmigo mi lecho esta noche, y tal vez al despertar, decida pintarse el cabello de color azul.

martes, 16 de junio de 2015

La partida de Dalma

Hola Dalma, supongo que a estas horas ya estás en el aeropuerto esperando el inminente viaje. Ya no tienes escapatoria, no hay nada que puedas hacer ahora. Sólo debes tragarte todos esos sentimientos y aceptar tu inevitable destino. 

Pero ¿sabes? A veces te contradices, la última vez que te vi me dijiste que no querías irte. Pero días antes me repetías incansablemente que esta ciudad te lo había quitado todo, y que no soportabas estar un minuto más aquí.

Tal vez en el fondo de tu ser albergas esa única verdad, que no quieres irte Dalma, pero ya estás allí en la sala de embarque, despierta de una vez, esto no es una película, nadie llegará corriendo en el último momento a pedirte que te quedes, ni siquiera yo, a pesar de todo, ni si quiera yo. 

Sólo me queda decirte que le pongas ánimo, reacciona de una vez, que te sirva de experiencia, intenta tal vez aprovechar al máximo todo lo que tu nuevo destino te pueda ofrecer, y quizás así puedas dejar de huir una y otra vez. Quién sabe, puede que hasta te termine gustando esa nueva ciudad e incluso puede hacerte olvidar todo lo malo que te ha sucedido hasta ahora.

Llevas sólo una mochila con tus pocos trapos y un peluche en la mano, crees que no necesitas nada más, puede que tengas razón. Cuando huyes te aferras a lo que tienes a mano, y ése peluche es lo único que te daba tranquilidad, ése estúpido peluche que te regalé hace ya tanto, hasta él debe estar odiándote por llevarlo contigo en este viaje, si él pudiera hablar te diría que te vayas sola, ni siquiera conmigo, a pesar de todo, ni siquiera conmigo.



No te sientas sola Dalma, al final, en algún lugar, debe haber alguien que piense en ti, pero no seré yo, a pesar de todo, no seré yo. Y no te preocupes por tus gatos, los dejas en mis manos, sabes que mejor persona para eso no puede haber. Así que deja ya de ser tan negativa Dalma, sonríe aunque sea para disimular, que si fuerzas una y otra vez muchas sonrisas, al final te terminaras acostumbrando a ellas. 

El negro lo llevas en la ropa, deja de llevarlo en el corazón. Escribe toda tu historia, plasma todo tu sufrimiento en hojas de papel, puede que así, en esa nueva fría ciudad, dejes algún día de sufrir. Puede que incluso, dejes de evitar esas lágrimas de tristeza y puedas soltar con libertad alguna lágrima de alegría. Te conozco, sé que quieres llorar siempre, que tu pena no te deja en paz, pero no eres capaz de expresarlo físicamente ni siquiera conmigo, a pesar de todo, ni siquiera conmigo.

Ya han pasado los minutos, en este momento debes estar subiendo al avión, deja ya de volver la mirada atrás, nadie va a llegar a despedirse y menos a impedir que te vayas. Sabes que te mereces esta soledad, tú buscaste este sufrimiento. Sabías que el dolor era inevitable y que el sufrimiento era opcional. Pero tú decidiste sufrir Dalma. Y ahora huyes por eso.



Con esto me despido, cuando leas esta carta ya habrá pasado mucho tiempo, puede que incluso hayas olvidado mi nombre, puede que hayas olvidado esta ciudad, y lo más probable es que todos se hayan olvidado de ti y ya no recuerden ni la forma de tu rostro, ni el color de tus ojos, ni el sonido de tu risa, ni el ondear de tu cabello. Todos lo habrán olvidado, incluso tú. Pero al final, solamente yo te seguiré recordando Dalma, a pesar de todo, solamente yo.

miércoles, 3 de junio de 2015

Agujas y alfileres

La vi hoy, vi de lejos su rostro, ése rostro que había amado. Supe en ese momento que tenía que huir lejos y ponerme de rodillas a rezar, para que se alejaran. Pero aún así empiezan... las agujas y alfileres (por todo mi orgullo). Las lágrimas que tengo que ocultar.

Yo mismo creí que era inteligente, que había logrado ganar un corazón, no pensé que fuera verdad. Pero ahora veo que ella se merece algo más que a mí, la dejaré irse y que se quede con lo que ama. Y un día ella aprenderá cómo decir: ”por favor” y ponerse de rodillas.


Así es como empieza todo. Ella sentirá esas agujas y alfileres lastimándola, siempre lastimándola.

¿Por qué no puedo parar y decirme que estoy equivocado? Tan equivocado ¿Por qué no puedo levantarme y decirme que soy fuerte?