lunes, 19 de octubre de 2015

Yo supe exactamente cómo era el amor

Adaptadito

Cuando era más joven siempre imaginé cómo sería el amor. Sabía que lo reconocería de inmediato en cuanto lo viera. Imaginaba que el amor entraba a mi habitación de sorpresa, o que nos conocíamos accidentalmente al chocarnos en alguna calle. 

Lo imaginaba muy bien: El amor usaba trenzas, cantaba melodiosamente, conocía todas mis películas favoritas y se sabía casi todas las canciones de Queen, además le encantaba pasear en bicicleta.

Pero no aparecía, yo pensaba que debía estar talvez en el colegio equivocado o en una ciudad lejana.

Cuando finalmente el amor apareció usaba el cabello corto (no me gustaba), tenía una mala voz para cantar, no sabía nada sobre Queen. Pero en cambio, el amor besaba bien, no al principio (cuando chocábamos los dientes). El amor fue la razón por la que le mentí varias veces a mis padres: “Voy a salir con mis amigos”. El amor bailaba muy bien y me hacía pasar ridículo cuando lo hacíamos juntos. Pero en cambio no nos perdíamos ninguna balada.

Y así como apareció, el amor se esfumó por primera vez. Lo encontré tiempo después, convencido de que el amor no cambiaría y sería como la primera vez. Ése fue el error. Lo perdí varias veces más creyendo que por fin lo había encontrado, en cambio lo volvía a perder. Y así pasaron los años.

El amor creció, cambió, desapareció bruscamente (como un accidente). El amor se desvaneció. Se alejó de mis planes pero mis planes no importaban. El amor se alejó por años.

Cuando finalmente reapareció, casi no pude reconocerlo. El amor olía distinto, tenía ojos diferentes, un cabello largo y ondulado. El amor ahora dormía de una forma diferente, tenía libros favoritos parecidos a los míos, y canciones que le recordaban a alguien más, así como otras que no quería escuchar. Y yo también.



Pero encontramos unos asientos en el cine y otros en el parque que nos calzaban perfectamente. Entonces el amor se arriesgó conmigo, me preparaba ensaladas distintas, me esperaba con una sonrisa y un abrazo. El amor me dio una familia. Pero el amor ahora roncaba, dejaba la ducha sin limpiar, se enfurecía con mis tardanzas y lloraba en silencio.

Perdí el amor otra vez, debí haberle dicho que era hermosa todo el tiempo: Cuando se despertaba, cuando la vi llorando –eres hermosa- cuando no quería escucharlo, cuando no lo creía –eres hermosa- cuando nadie más se lo fuera a decir, yo aún pensaba que era hermosa.

Pero no todo es perfecto y tal vez se me olvidó decirlo cuando el amor más lo necesitaba: Eres hermosa.

Entonces aprendí que el amor nunca es quién esperabas, no lo puedes predecir. A lo mejor está en Francia, durmiendo en este momento. Tú estás en Piura o en Pamplona, despierto. A lo mejor el amor siempre está en el lugar equivocado. A lo mejor no está listo para ti. A lo mejor tú no estás listo para él. A lo mejor no es para casarse con él. A lo mejor la próxima vez que lo veas, sean 20 años después del divorcio, se vea más viejo, pero tan lindo como lo recordabas. 

A lo mejor el amor sólo se quede aquí por un mes. A lo mejor esté para cada fuego artificial, cada fiesta de cumpleaños, cada visita al hospital, cada jueves al bajar del autobús. A lo mejor se queda, a lo mejor no puede (a lo mejor no deba). 

El amor llega exactamente cuando debe llegar. Y se va cuando debe irse. Cuando llegue dile: "Bienvenido, ponte cómodo." Y si se va, pídele que deje la puerta abierta. Apaga la música, escucha el silencio, y susurra: "Gracias por haber estado aquí."



jueves, 8 de octubre de 2015

Adiós Hombres de la Luna

(Rick y Morty)

Los mundos podrían ser un solo cosmos sin odio. Las estrellas, como diamantes en tus ojos.

El suelo puede ser el espacio donde marchamos con los pies hacia un cielo pacífico.

Todos los hombres de la luna quieren las cosas a su manera. Pero nos aseguramos de que vean el sol.

Adiós Hombres de la Luna.

Estrellas como diamantes de luz cósmica, cuásares brillan a través de la noche interminable.

Y todo es uno en la belleza
y ahora nos despedimos.

Adiós Hombres de la Luna.



jueves, 1 de octubre de 2015

Asuka

Asuka me mira sin parpadear, ella sabe que esta noche ya no vendrán ánimas a jugar. Maúlla, me sigue, se acuesta a mi lado. El espacio se encoge como si las leyes de la física bailaran a su gusto.

Asuka ronronea, bosteza y me mira otra vez. Sus ojos me llevan a viajes astrales, donde sólo el alma sabe llegar, donde la razón se queda en el sofá. Y cabalgo en cielos multicolores sobre una Asuka alada y gigantesca.

Asuka se cae, reacciona, se despierta, y su sueño acaba con el mío. Aún es de madrugada, no quedan grillos por perseguir, no hay nadie al lado para rasguñar, no hay insectos voladores que sepan a galletas, no hay aromas de atún de madrugada.

Asuka me mira, se calla, me otorga su paz, se enreda en mis piernas y maúlla: “I need the darkness, some one please cut the ligths”. La Luna responde, se oculta, se esconde al pasar.

Mi gata respira, me muerde, me mira sin parpadear.


miércoles, 9 de septiembre de 2015

El hombre que olvidaba

¿Qué era antes? Ya no lo recuerdo. Ni siquiera sé cómo lucía ayer, cuando el mundo era de color. No recuerdo mi nombre, mi infancia, mi edad, mi color. Ni siquiera sé si era hombre o mujer.

¿Antes podía dibujar? Nunca lo sabré. Ya ni siquiera sé a qué sabía cada color ¿Podía el verde ser tan dulce como el azul del cielo? Creo que también lo olvidé.

Pude estar en tantos lugares y planetas, cantando canciones de karaoke con mis amigos. Pero tampoco los recuerdo. Ni sus rostros, ni sus nombres. Sólo escucho un pequeño atisbo de tenues melodías que juguetean en mi cabeza y que se niegan a callarse.

No me reconozco en los espejos, ni siquiera cuando su reflejo se multiplica infinitamente cuando pongo uno frente a otro, ni siquiera entre infinitos rostros puedo distinguir el mío.

Ya no recuerdo los sonidos del sol, el canto de las estrellas, el color de la arena o el sabor de los árboles. He olvidado todo. Nada puedo hacer y no hay nadie que me ayude a recordar.

Esas tenues melodías siguen sonando, incrementando su intensidad, como gotas cayendo y haciendo eco  en mi cabeza… de repente una frase: “Chipi chipi bom bom", y viene otra: “no quiero soñar mil veces las mismas cosas”, y otra más: “Ground control to Major Tom, Ground control to Major Tom”.



Entonces poco a poco mi memoria empieza a delinearse, todo comienza a tomar forma, textura, color. El ruido se vuelve canción. Y de repente me reconozco a mí mismo, parado ante un espejo siendo consciente de mi existencia. Por un segundo puedo saber quién soy (quién era).

Pero cierro los ojos, y todo lo creado se esfuma otra vez. Y una vez más, olvido todo. Desesperado huyo por las calles que ya no reconozco, buscando una canción que me haga recordar. Y así, vuelta a empezar, una y otra, y otra vez más. Hasta el día en que apaguen la luz.



miércoles, 2 de septiembre de 2015

Las rimas perdidas de Hada y Lobo

Era tan difícil rozar su piel con las garras

que sólo en sueños de Luna Llena la podía ver

como el Hada Azul que era realmente

tan bella como el propio bosque que habitaba.




Pero el Reino Oscuro maldijo esa extraña unión

y el Lobo solitario fue condenado

a la eterna prisión de la melancolía

por haber amado al Hada más bella que existió.




Su aullido noche a noche exclamaba

llamando al Hada encarcelada en la Laguna

y sólo la Luna podía ser testigo

del beso del Lobo en el agua oscura.



El Hada prisionera bajo el agua

veía cómo se acercaba el Lobo a robar su aliento

que se mezclaba con la fría neblina

y así permanecía hasta el amanecer violento.



Sus miradas se entrelazaban

como queriendo detener al tiempo despiadado

sin un sólo lamento, guiño o pestañeo

que interrumpa esas eternas noches a su lado.





Y así seguirán cada noche de invierno

atados Hada y Lobo a un amor prohibido

En la frontera del Reino Oscuro siembran

ese sombrío beso que nunca será vencido.






lunes, 31 de agosto de 2015

Verónika en Lima

Verónika desea morir, pero no se atreve a hacerlo por su propia mano, ella busca en secreto alguien que tenga el valor de arrancarle su cansada vida.

Sus conocidos la ignoran cuando les habla de su deseo, la toman por loca o como una bromista, por eso le cuenta este secreto a personas extrañas, ésas que apenas conoce, ésas que se cruzan en su camino y no se sabe si volverá a verlas o no.

Verónika se cansa de buscar, pero, aunque su deseo es grande no llega a comprender ni siquiera ella misma porqué es que ha decidido terminar con su existencia. Tal vez sea esa ciudad. Esa ciudad llena de tristeza.

Para ella, Lima es un cascarón vacío, un lugar lleno de miseria. Una ciudad que aborrece su alegría, donde la melancolía y la contaminación se mezclan en el rostro de Verónika.




No hay fines de semana alegres en la capital, no hay paseos en bicicleta, artistas en la calle, noches de fiesta, calles empedradas o parques con gatos, ni siquiera animes que la consuelen. No, para Verónika todo está muerto. Sobre todo Dios, él fue el primero en suicidarse en esta ciudad, ya talvez por su culpa todo se fue a la mierda. Si algún dios aún se atreviera a respirar en esta ciudad, Verónika se encargaría personalmente de arrebatarle la vida, y luego talvez, tenga el valor de hacerlo para sí misma.

Esta ciudad ya no le puede ofrecer nada, pero por algún motivo, cada vez que intenta huir, termina regresando a este poblado tan lleno de grises y aborrecibles atardeceres.




Verónika sigue buscando, en las calles solitarias, en los puentes abandonados, entre gatos solitarios, entre noches sin estrellas, entre cementerios antiguos y entre almas desconocidas, una mano que apriete su cuello, que hunda los dedos en sus delicados ojos, que corte su fina garganta y que apague en un suspiro (o maullido) de una vez por todas con su existencia en esta ciudad.


Ten fe Verónika, espérame, ya voy rumbo a Lima. 


viernes, 28 de agosto de 2015

Mi lista de muerte





- Cargarte en la espalda por la calle lo más que pueda caminar... hasta que me falte el aliento.


- Que caminemos descalzos por el 4to puente.


- Que almorcemos en tu casa y cenemos en la mía.


- Que hagamos una maratón de las películas que te gustan.


- Que me acompañes al cementerio a ver a mi abuelo.



- Que me lleves a misa.


- Que durmamos juntos sin presión ni estar viendo el celular.


- Que nos vayamos a donde sea al menos un par de días.


- Que pienses en mi todo el día


- Hacer una competencia de quién puede comer más.


- Correr de la mano por todo el centro comercial.


- Tomarnos muchas fotos juntos


- Que me hagas parte de tu vida.


- Que nos bañemos juntos.


- Tomar una combi... (la que sea) e irnos hasta el último paradero.


- Cocinar juntos... aunque sea una pizza pre calentada.


- Que vayamos a la playa los dos solos.


- Que hagamos el amor con las luces encendidas y sin sábanas.


- Que nos pintemos como los KISS.


- Quiero enseñarte a manejar bicicleta.


- Quiero hacer un video contigo.


- Sea donde sea... chifa, pollería, calle, cine, cama o casa... tener una guerra de comida.


- Hacerte una sesión de fotos.


- Que te olvides de esta lista.

lunes, 17 de agosto de 2015

Ecos de madrugada


En esta intensa madrugada azul


un eco se posó en mi balcón


y lentamente fue atravesando


las persianas levantadas por el terror a la soledad.





El eco se posó a mi costado


justo donde una huella queda en la almohada.





El mismo eco se transformó en susurro


y Asuka sintió esa calidez.





Y pudo volver a soñar


con una laguna en el parque


y con insectos voladores que saben a galletas.




domingo, 16 de agosto de 2015

Disfrutando de las cosas que odio

El cine es una de mis actividades favoritas. Me encanta ir a ver una película acompañado por alguien, supongo que disfruto compartiendo con otra persona algo que a mí me gusta. Me pasa igual con la música o con los libros, cuando algo me gusta mucho intento compartirlo porque creo que la otra persona también lo disfrutará (aunque no siempre es así).

Como buen ahorrador, mis días favoritos de cine son de lunes a miércoles. A parte de los precios bajos, va menos gente. Y dependiendo de la película, menos niños gritones en la sala del cine.

Siempre consideré que ir al cine solo, sin nadie, sería muy triste y hasta patético. Cuando veía a alguien que se sentaba solo en las butacas intentaba imaginar por qué esa persona no estaba acompañada, tal vez su pareja lo había dejado, o nunca tuvo hijos, hizo algo terrible y sus amigos dejaron de hablarle, o talvez mató y se comió a toda su familia. En fin, mi mente volaba tratando de imaginar una y mil situaciones del porqué de la soledad de esa persona.



Otra de las cosas que disfrutaba mucho era salir a comer con alguien, sobre todo los fines de semana, cuando en casa a veces no provoca cocinar y uno prefiere darse un gustito y salir a almorzar o cenar en compañía de alguien, porque aparte de disfrutar de la comida, disfrutas de una buena conversación.

Al igual que con el cine, consideraba que las personas que van solas a un restaurant deben estar pasando por un momento tan malo, que nadie es capaz si quiera de dignarse a acompañarlos a la mesa. ¿En serio? ¿Ni un solo conocido? Pensaba yo.

Nunca creí que yo sería capaz de ir al cine o salir a comer sin compañía. Me juraba que teniendo amigos y sobre todo una pareja, aquellas dos actividades las seguiría siempre disfrutando como me han gustado: con alguien más.

Bueno, hace ya un tiempo que por cosas del universo empecé a salir solo. Perdí personas cercanas, amistades, amores, gente. Me tocó ir al cine solo por primera vez. Lo odié. Me sentí tan mal que no pude disfrutar en su totalidad de la peli.

La primera vez duele, pero después te acostumbras. Y así fue. Poco a poco mis salidas al cine, y los domingos a comer a cualquier lado fueron tomando un matiz diferente. Descubriendo por ejemplo, que si estoy en el cine sin compañía, puedo apreciar la peli sin distracciones, sin la tensión de saber si la persona que está al lado la está pasando tan bien como yo. Y que comiendo solo, puedo tardarme el tiempo que quiera, sin comer apurado porque mi acompañante tiene algo que hacer. Y así, pequeños detalles que fueron haciendo que muy contrariamente a lo que estaba acostumbrado, la soledad al final, era una buena acompañante.




Ahora prefiero ir al cine solo, ya no lo odio, lo disfruto. Eso y salir a comer por ahí. Dar unas vueltas caminando por un centro comercial, imaginando cómo todos arden a mi alrededor, imaginando cómo van cayendo todos entre aromas de carne chamuscada y gritos de auxilio. Qué puedo hacer. La soledad me vuelve más tierno.


lunes, 10 de agosto de 2015

Escuchando Tunnels, hace mucho

El cielo se endurece

y la luna cansada huye a cobijarse,

las nubes se empiezan a apartar

y van bajando esos pequeños guerreros

vestidos en un frío y blanco traje.


Asuka se asoma a la ventana

y las melodías de la nieve empiezan a sonar

mientras la tristeza nos golpea el corazón,

es la primera nevada cayendo

y no hay nadie con quien compartir esta gélida canción.






Y perdidas las miradas entre las calles frías

como centinelas en el balcón

Asuka se acerca más a mi lado.


Lágrimas y copos van cayendo en armonía

mientras se desvanecen poco a poco los horarios,

sus maullidos intentan decir tu nombre

y no entiende que no estás aquí,

ni que a pesar del tiempo (nuestro adversario)

nos rendiremos ante la soledad

y si la nieve cubre mi vecindario

cavaré un tunel sólo hasta la mitad

que vaya desde mi ventana hacia tu barrio

para encontrarnos al medio de la ciudad.




martes, 28 de julio de 2015

Mis amigos nocturnos

De noche, entre visitas de seres imprevistos y amargos licores añejos, la realidad se va tornando violeta. Todo pierde su sombra y oscuridad. Las calles se tiñen de púrpura, la luna baja hasta mi balcón, su luz se posa en mi almohada y las estrellas se tiñen de rojo.

De noche, cuando sólo mi gata queda a mis pies y la casa se hace a cada suspiro más y más oceánica, es inevitable que tu respiración vuelve a hacerse eco.

Ya es madrugada y mis ojos se niegan a viajar al sótano de mis pensamientos. Te estoy observando en ese cielo violeta salpicado de puntos rojos, sin una luna que me muestre el camino a tu portal.

Es la hora, ellos llegan con sus antorchas, cánticos, horcas, sangre, tulipanes, pociones, esclavos, banquetes y calaveras. Se reúnen al rededor de mi cama y dan rienda suelta a sus celebraciones. Cantan tu nombre, pero hay uno que sólo me mira desde lo lejos, no dice nada, no baila, no canta, no devora nada, sólo me observa desde su silla. Esperando que la celebración llegue a su fin.



Sus hogueras marcan la entrada al laberinto, y me retan a cruzarlo, pero prefiero quedarme acostado, en medio de todo ese ritual pagano. Y ellos se burlan, cantando más fuerte tu nombre, al punto que debo gritar para contrarrestar sus alaridos.

Y estamos tan cerca que me atrevería a cruzar el laberinto, ése que se creó esa noche de despedida, sólo para sentarme a tu puerta y escucharte reír desde dentro.

De noche, ya los duendes se cansan de danzar en mi habitación, las brujas acaban al fin sus conjuros sobre mi cama y los demonios en procesión toman sus barcas y navegan desde mi puerta para volver a sus mundos por caminos de color violeta que empiezan en mis sábanas y que se alejan en el púrpura de la madrugada.


Sólo uno queda, aquel que no bailaba, sólo él aguarda en silencio hasta que el sueño me aprisione en sus calabozos. No sé si me está cuidando, o espera el momento oportuno para arrebatarme la poca razón que aún me ata al día.

Y sé que mañana será otra vez así, pero ya no les temo. Su presencia es la evidencia, que aún no estás aquí.



lunes, 20 de julio de 2015

El ocaso de Asuka


Asuka bosteza mirando la ventana

y el sol va trepando por mi balcón.


Obstinada,


le da la espalda a la luz creciente


y me quita el sitio de la almohada.


En la mesilla dos libros discuten entre ellos

y el oso de peluche no puede evitar reír.



Asuka me mira fijamente,

adivino lo que me quiere decir:

que el edredón se ha vuelto aún más grande,

que echa de menos el sonido de una voz,

los aromas de soja y avena

y de ensaladas de atún que ya no hay.


El oso de peluche cierras los ojos y canta:

I need the darkness, someone please cut the lights.




viernes, 17 de julio de 2015

Reglas para administrar una bodega de viejitos


Bodegas, kioskos, markets, stands, tienditas... No importa cómo lo llamen en tu país. Lo cierto es que prácticamente la mitad de los negocios de venta de abarrotes al por menor son atendidos por personas de la tercera edad; las cuales suelen tener complejas reglas de atención al cliente que el equipo de investigación de este blog comparte en exclusiva:

1. La comodidad no tiene precio. No hay venta que amerite levantarme de mi asiento.
2. Es obligatorio que repitas tres veces cada palabra.
3. Nunca tengo sencillo.
4. Si mis productos tienen polvo encima es tu culpa por no comprarlos antes.
5. Los precios aquí siempre son más caros que en la tienda del costado.
6. El teléfono siempre está malogrado.
7. Si el chocolate está vencido no te devolveré el dinero porque ya abriste el producto.
8. El vendedor siempre tiene la razón.
9. Mi perro o mi gato merece más atención que tú.
10. Mi tiempo vale oro. El tuyo es caca. Si estoy en el baño y quieres golpear la reja con una monedita, te la metes al asterisco.

Yapa: Si preguntas por algo que no está a la vista: "¡NO HAY!" 

lunes, 13 de julio de 2015

Demonio enamorado

Ella era mi sonrisa. No me hacía falta nada más para sentir que el universo me pertenecía. Su sola presencia invadía mis enfermos pensamientos y calmaba un poco el apetito desgarrador que tenía por la sangre.

Ella consumía mis plegarias  con besos tan dulces, que era yo incapaz de mantenerme en pie. No había dios que pudiera frenar el torrente de caricias y oleajes de nuestro calor fundiéndose con nuestra piel.

Ella era mi sonrisa. Era la única voz que apaciguaba con sus sonidos aquellos demonios ancestrales que habitaban en mis entrañas y clamaban siempre por salir para desatar su ira incontrolable contra el mundo.



Ella postergaba el reinado de terror que siempre prometía desatar. Su presencia asfixiaba la maldad que acechaba dentro de mis recuerdos y que pacientemente, aguardaba su ocasión para abrirse paso entre mis vísceras y exponerse a la superficie.

Ella era mi sonrisa. Todo lo que fui, se lo había dado, ya no era yo mismo, sino una extensión de su misma existencia. Incluso mis pecados, ésos que jamás pude revelarle a los monjes paganos, ya no me pertenecían. Incluso esos, se los di.

Pero una madrugada ella decidió partir, cruzar el océano y llevarse dentro de su bolso los restos de mi humanidad que aún tenían algún sentido. Y sólo me dejó las sobras, los fantasmas y seres oscuros que esta noche poseen mi cuerpo y me obligan a recordar que no pertenezco al paraíso. Y que por su culpa, he de reinar en el infierno que ella misma construyó en silencio y en secreto para mí.



Y aquí estaré, con mi piel tornándose roja, mis cuernos afilados asomándose cada vez más y un tridente que no puedo soltar aunque calcine mis manos. Aquí, embriagándome con el aroma dulce del azufre, expandiendo el fuego en los bosques, esparciendo las semillas de las sombras, sintiendo mis colmillos crecer... ya sin su sonrisa.

sábado, 4 de julio de 2015

Prefiero no conocerte

Tú y yo no necesitábamos conocernos más, lo poco que sabíamos uno del otro era suficiente para crear universos infinitos de vida, de sudor, de risas y secretos. No necesitábamos conocer nuestros apellidos, ni planes futuros, ni nuestros libros favoritos.

Éramos un encuentro fortuito, una salida nocturna de ésas que no quieres que acaben, pero que deben terminar porque alguien más te espera al otro lado de la ciudad, y debes correr para llegar a tiempo, antes que las miradas insidiosas noten tu ausencia.

Tú y yo no necesitábamos conocernos más. No me importaba tu color favorito, el nombre de tu mascota o la marca de tu perfume. Me bastaba con tenerte al lado y admirar tu desenvoltura, la forma en la que te reías y el sonido de tu voz cuando cantábamos en bares a media noche.



A ti no te importaba mi trabajo, el color de mis zapatillas o el largo de mi cabello. Te bastaba con que te diera a saber el nombre de las estrellas, los sonidos de melodías que nadie más escucha, y un beso mío a escondidas en un centro comercial.

Tú y yo no necesitábamos conocernos más. No nos importaban nuestras canciones favoritas, nuestras tragedias de amor pasadas, ni siquiera el nombre de nuestros amantes actuales. Nos bastaba con estar sentados uno al lado del otro, conversar sin mirarnos si quiera, y callarnos la voz con otro beso, de ésos que hacen que nos duela la piel.




Pero ya ves, han pasado años, otro ciclo de vida que llega a su fin. Y sigo sin querer saber nada tuyo, ni siquiera tu nombre me ha llegado a importar. Pero en estas noches sin luna ni estrellas que nombrar, mi piel cansada me pide a gritos que vuelvas a sentarte a mi lado, porque ya es de madrugada…  y me duele hasta la piel. 

martes, 30 de junio de 2015

Disculpa los malos pensamientos

Hoy he querido buscarte, he sentido la necesidad de ir a tu casa. Voy a llamar al timbre y darte un beso apasionado, de ésos que sólo se ven en las películas, justo cuando la lluvia cae. Pero sabes que no me detendré allí. Morderé tus labios de tal forma que  las cicatrices tarden años en desaparecer, morderé tus labios hasta que llorando me pidas que pare, porque no soportarás el dolor.



Pero no me detendré allí, y lo sabes. Te despojaré de esas ropas tan graciosas que sueles traer, las romperé si es necesario, las cortaré y hasta voy a usar los dientes con tal de dejarte desnuda. Así llegaría a tu espalda, la acariciaría una y otra vez, penetrando mis uñas en tu piel cada vez más y más profundo. No me detendré sino hasta que mis manos se cansen satisfecho de ver rasgada tu carne, y parte de tu carne metida entre mis uñas. Y sangre al fin brotando de las marcas de tu espalda.

A esas alturas ya debería estar haciendo efecto el narcótico que te habría inyectado de golpe al abrirme la puerta, el dolor del beso disimularía la inyección. Entonces estarás consciente de todo, sentirás cada cosa que mi mente retorcida (ésa que tú creaste) se le ocurra hacerte. Pero no podrás gritar, no podrás moverte. Sólo apreciar y dejarte llevar por este carrusel de locura. Allí, serías completamente mía.

No podría parar allí, con esos superfluos arañazos en tu espalda, apenas estaríamos empezando. Luego voy a besar tus pies, esos pequeños pies de canoa. Empezaría lento, pero lo más probable es que me aburra pronto. Arrancaría tus meñiques a mordidas, luego haría lo mismo con los pulgares, todo con tal que no puedas ponerte de pie. No querría que huyas otra vez.



Entonces recién empezaría lo divertido. Subiría lento hacia tus senos, jugaría con ellos un momento, pero jugar cansa. En ése momento te sugeriré que mejor hagamos algo más interesante ¿Qué tal si los atravieso con alfileres? Te dolería, lo sé. Pero no podrías hacer nada, por una vez, dejarías que me dé un capricho. Los atravesaría repetidamente con alfileres, pero no me atrevería a tocar tus pezones. Si algo tuyo me enloquecía, eran esos dos pequeños seres celestiales de color rosa que tanto he recorrido con mi boca. Espera ¿me dejarías conservarlos? Sólo tomaría las tijeras y los cortaría para mí, querría conservar algo tuyo. Espero que no vayas a ser tan egoísta.

Ya mismo habríamos acabado, no tendrías por qué preocuparte más. Habría llevado el picahielos. Pero tranquila, no iría a matarte, bueno, con el dolor que deberías estar sintiendo lo más probable es que morir sería lo único que quieras en ese momento. Ok, yo te daría el gusto.

No me gustaría posponer más esa situación. En casa lo más probable es que me estuviesen esperando para sacar a pasear al perro. Así que sin más preámbulos ni frases de despedida, ni besos tiernos de “adiós”, cogería ese picahielos y lo clavaría directo en tu corazón, una y otra y otra vez, hasta que mis músculos del brazo de tanto subir y bajar ése instrumento punzocortante, estuviesen agotados.

Y me quedaría unos minutos mirándote, sólo para ver que brota la sangre, para ver cómo sangras tu humanidad, tu vida. Esa vida que me robaste hace quince años, y de la que no me quedó nada más que esta simple idea. 



No entendería el porqué de esa mirada pidiendo  que me detenga antes de quitarte la vida. ¿Es que ya ni lo recordabas? Hace quince años tú decidiste crear esta historia. Tú escribiste este final.

Comadrejas Episodio 04



Y para redondear este mes, sólo me resta postear lo más obvio (dígase lo que a los demás se les había olvidado hacer). Señoras y señores: Aquí el cuarto capítulo de este podcast. Las comadrejas, hablando en esta ocasión sobre los Looney Tunes. ¿Qué hay de nuevo viejo?


Las grandes tardes de Emaús

Esto viene a complementar un post que escribí en abril  llamado Ahora soy un águila de Emaús. Curioso caso el mío. Pienso: abril. Vaya. Yo creí que me quedaría apoyando en Emaús un mes y ya me voy por el cuarto...

En fin, lo que quería hacer en esta ocasión es detallar brevemente la cotidianidad y buscar excusas para poner cosas como ésta:


Eso: Jonatan haciendo Hula-hula

He llegado a la conclusión de que en Emaús las jornadas por las tardes son tranquilas. Hay gente que viene de manera metódica a llevarse cosas para revender. Otras tantas vienen a ver novedades para el hogar. Todo funciona bien salvo cuando hay ventas especiales. Entonces es como si pasara un huracán por la tienda.



Pero, como ya lo he dicho, por lo general todo es tranquilo, rítmico y hasta un poco monótono. De eso me he enterado hace unas semanas, cuando el señor Melquiades se fue de viaje a Chile. Días en los que me aburría a morir.

¿Qué sería de mí si Melquiades no trabajara en Emaús? Probablemente ya habría dejado el puesto. ¿Quién si no él pondría Oxígeno en lugar de las cumbias que se escuchan en todos lados? ¿Quién sino él aparecería bailando hula-hula en media chamba? ¿Quién si no él pondría el podcast de las comadrejas en plena venta del martes? 

 

lunes, 29 de junio de 2015

Películas que no me canso de ver.

¡Buenas noches, queridos amantes de los blogs!
Llevo mucho tiempo sin escribir nada por aquí, vamos que tengo la parte escrita un tanto descuidada últimamente. Los estudios me distraen más que mis actividades de ocio más recurrente, debido en gran parte a que ya falta prácticamente un semestre para acabar la carrera ¡Yuju!
Bueno que me desvió del tema para variar y luego don Aguirre me regaña. Hoy vengo a hablarle de tres películas que me encantan y no me canso de repetir. Películas que si encuentro en la TV dejo de lado la agenda que tengo por delante para sentarme a verlas, empezar o terminar según sea el caso, o disfrutarlas en su totalidad.

Empezaremos con una que justo estoy repitiendo en este momento. Billy Elliot (2000). Está película la encontré hace como 10 años por cable, iba casi por la mitad o menos, y mi curiosidad se despertó al ver a un niño ensayar ballet en una clase repleta de niñas. Vamos que casi cambio de canal, pero mi curiosidad de hacia dónde apuntaba la película me pudo más y termine sentándome a ver lo que estaba por venir.


Billy Elliot es nada más y nada menos que la historia de superación de un niño que no ha conocido nada más allá del machismo y prejuicios planteados por una familia desestructurada. Llena de momentos, a pesar de la cruda situación familiar de Billy, risibles y enternecedoras, sin mencionar el momento en que el padre por fin abre los ojos y confronta al hermano gruñón de Billy, un momento que me arranca las lágrimas. Una banda sonora que se te queda grabada mucho después de ver la película, que si bien no es una de las más laureadas en el género del cine, cumple su papel maximizando las emociones que los actores intentan transmitir.  Podría hablar más de esta película pero solo lograría un post algo soporífero y no es mi intención. Demás esta añadir que recomiendo la película para aquellos que no la han visto.

La segunda película es la Lista de Schindler (1993), película protagonizada por Liam Neeson. La cinta está basada en la historia del empresario alemán Oskar Schindler, que salvo 1100 judíos polacos durante el holocausto. La película está acompañada de excelentes actuaciones y producida y dirigida por Steven Spielberg. En primera instancia vemos a un Schindler oportunista que aprovecha la desgracia que atraviesan los judíos para hacer uso del dinero de estos para comenzar sus coqueteos empresariales con el partido Nazi. Con el tiempo se ve como un hombre por muy frívolo que sea no puede afrontar semejantes atrocidades como las que se vivieron en aquel entonces, sin quebrarse. Es ese punto de quiebre de Oskar Schindler el que lo convierte en un símbolo de esperanza entre los que después serian conocidos como “Los judíos de Schindler”.


Una película llena de momentos emotivos, crudos que trastocan más allá de los sentimientos del espectador, que invitan a momentos de reflexión y que nos muestran el otro lado de la Alemania de la segunda guerra mundial, a aquellos pocos alemanes que aun conservaban su humanidad y que intentaban nadar en contra de la corriente, a su manera, arriesgando sus propias vidas por las de alguien más, por un bien mucho mayor. Y hay una frase que siempre me quiebra en esta película “Quien salva una vida, salva al mundo entero”.

La tercera película (tenía razón en no mencionar a más de tres). La vida es bella (1997). Película que también transcurre, en parte, durante el holocausto. Protagonizada y dirigida por el talentoso Roberto Benigni quien encarna a Guido, un personaje ocurrente y risueño, que llena de gracia las situaciones más grises, y no por una falta de responsabilidad, sino más bien por el simple hecho de no dejar desesperanzarse a quienes le rodean. Algo así como al mal tiempo buena cara, pero al estilo de Benigni o de Guido en este caso.


Momentos oscuros y emotivos acompañan las divertidas gracias de Guido, quien se revela contra las calamidades con una sonrisa, con esperanza, aun en los peores momentos. Cada uno tiene sus maneras de luchar contra las adversidades, cada uno tiene un estilo único, el estilo de Guido es uno de aquellos poco recurrentes, uno de aquellos que aun logran hacer que los niños y los hombres sueñen por igual, con el “La vida es Bella”.

Bueno espero no haberlos aburrido y ya nos leeremos en otra ocasión, y está vez mucho antes de lo que imaginan. 

Ceviche de comadrejas

Parece que ya asumida nuestra denominación no hay nada más que pitear. Hoy día a las nueve de la mañana las comadrejas nos reunimos para grabar nuestro programa número cuatro, el cual no estuvo exento de errores. Lo primero: mi tablet, donde solemos hacer el registro, no quiso prender. Lo segundo: intentamos hacerlo en la compu de Jonatan pero el resultado fue desastroso; mala calidad de sonido, mucho ruido de fondo y la voz de Gabriel que apenas se oía. Lo peor de todo es que de esto nos dimos cuenta recién al final, tras haber grabado ya una larga conversación de 20 minutos que se perdió para siempre.

Minutos antes de la catástrofe todo era felicidad.

Entonces, no nos quedó de otra más que volver a hacer todo de nuevo, confiando de pronto en el celular ENTEL de Gabriel y en una nueva aplicación chilena que acababa de descargar. Los resultados fueron asombrosos. No sólo la calidad sonora mejoró considerablemente sino que, al volver a grabar el mismo programa, conseguimos soltarnos más y tener una charla aún más entretenida que la primera.

Así pues -y siempre pensando en que de todas maneras necesitamos una consola y un buen juego de micros- fuimos a los agachaditos a comernos un cevichón, para festejar: suculento potaje que he de quedar perennizado en nuestros recuerdos tal cual se ve en la foto.